Los elementos religiosos del peronismo (3ra. parte)


En la mentalidad revolucionaria hay una esperanza escatológica que rechaza la razón y la trascendencia y que posee una naturaleza "pseudo-religiosa". El momento inaugural de este fenómeno histórico de la ideología como una religión política es el culto a la diosa razón, entronizado como vimos durante la Revolución Francesa, celebrado en un ámbito estrictamente sacro: la catedral de Notre Dame, en París. El camino de una búsqueda de una religión para uso de la ciudad lo había trazado Jean Jacques Rousseau. Una religión cívica que como tal reúne los elementos típicos de la naturaleza religiosa.
No se trata evidentemente de una casualidad la confluencia cronológica de la irrupción de las ideologías y las masas como notas esenciales de la vida política de nuestro siglo. Este encaje sacralizado de lo público es el que conforma la realidad del mito en la sociedad política de nuestro tiempo. De este modo, el mundo de las ideologías está saturado de significaciones míticas. La secularización de la sociedad no da lugar a una política laica y racional, sino a una sacralización del poder en el cual el estado se transforma en iglesia y la política en una nueva forma de religión. El poder de los mitos es benéfico cuando obliga al hombre a triunfar en su devenir. Así, provisoriamente, los modernos mitos del progreso, de la felicidad, de la ciencia, de la paz, de la humanidad, son motores útiles; sin embargo, ellos no bastan para mostrar el principio ni garantizan el fin de la persona y de la sociedad.

LA ARGENTINIDAD DEL PERONISMO

El peronismo responde a una realidad contextual que se conformaría con unos rasgos emocionales, míticos y autoritarios. Se ha estudiado en las últimas décadas la relación del mito con la psicología de las emociones. El sentimiento como actitud vital es una nota caracterizante de la sociedad de nuestro tiempo, donde se registra un clima de emocionalismo propio de la edad adolescente. Para Max Scheler, igual que para Ortega, la sociedad de masas no era otra cosa que una "democracia de las emociones", capaz únicamente de dar rienda suelta a las fuerzas irracionales.
Esta nota aparece muy acentuada en nuestro país, donde es casi un lugar común  definir la canción porteña aunque con representatividad nacional, el tango -a partir del compositor peronista Enrique Santos Discépolo- , como un sentimiento triste que se baila. Un reconocido intelectual ha sintetizado esta realidad en el título de uno de sus ensayos: La Argentina como sentimiento. Es también de una generalizada aceptación considerar que el peronismo es más un sentimiento que una corriente política. El propio Perón así lo certifica:

Esto es peronismo. Es una cuestión de corazón más que de la cabeza.

En la concepción política que Evita transmitía a los seguidores del peronismo, los conceptos aparecían subsumidos en una pura sensibilidad:

Sus ideas políticas quedaban reducidas a ese sentimiento

Esta conceptualización del peronismo como un sentimiento -vinculado por lo tanto a la esfera afectiva- se complementa con los contenidos sociales y el espíritu del mensaje evangélico, que conforman la ideología justicialista. En este sentido, Eduardo Duhalde ha definido al peronismo como una mezcla de sentimiento y cristianismo.