"La mística de los movimientos totalitarios"
No se trataba, por lo dicho, sólo de una fe candorosa y elemental en una figura fuertemente paternal que dio a todo un estrato de la sociedad una personalidad y un peso político en la vida institucional del país. No estamos por lo tanto ante el caso de una relación exclusivamente sensible que se concreta en una subyugación mítica, sino que hay en ese vínculo un elemento que va más allá del plano sensitivo y al que le corresponde otra naturaleza: la conciencia de persona, de clase o de pueblo, según se ha considerado desde distintas perspectivas. Por ello mismo, bien se ha señalado que el liderazgo no es intrínsecamente alienante, en oposición a lo sostenido por la típica visión antiperonista.
El sustento del liderazgo estaba conformado por la personalidad de Juan Domingo Perón, en la que brillaba un poder de seducción sobre las personas verdaderamente llamativo, registrado no ya por las gentes del pueblo llano, sino también por personalidades políticas de relieve, que no fueron inmunes a ese atractivo tan fuerte y difícilmente resistible.
Es propia de las ideologías una concepción totalizante de la vida social que contiene elementos ajenos a una visión puramente racional de la realidad. Toda una especie de "mística" acompaña la irrupción y el desarrollo de los movimientos totalitarios en la segunda mitad de nuestro siglo. Un testimonio de ese sentido religioso contenido en la intensa y característica seducción del líder carismático se recoge en la declaración de quien ha atravesado una experiencia mística.
La palabra "carisma" se refiere en la teología católica al don gratuito de Dios, y en un sentido más técnico y particular a las especiales manifestaciones del Espíritu Santo que caracterizan de modo específico al desarrollo de la comunidad cristiana. En sentido general los carismas significan todos los dones que Dios concede en Cristo a los fieles cristianos. En los últimos años se ha suscitado un renovado interés del elemento carismático en la praxis eclesial y en las investigaciones teológica, sociológica y antropológica.
Pero es con Max Weber que el estudio del carisma como una cualidad del poder adquiere carta de ciudadanía en las ciencias sociales en general y en la ciencia política en particular. Según el sociólogo germánico, debe entenderse por "carisma" la cualidad que pasa por extraordinaria de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales. El carisma aparece como un don divino, que se concede a personas singulares sin que se requiera para su existencia un fundamento racional: se posee como algo dado y no adquirido.