Los elementos religiososo del peronismo (11a. parte)

"El redentor de la humanidad"


Perón, del mismo modo que Hitler 
El culto a la personalidad

-sin establecer paralelismos más allá de lo expresado-, fue la fuente de un poder exclusivamente concentrado en su persona, y en ese sentido se lo consideraba la encarnación deificada del pueblo, entendido reductivamente como expresión de los descamisados (de los desheredados), del mismo modo que lo concibe la Iglesia popular. El culto a la personalidad marca con su sello a las grandes ideologías de nuestro siglo: Mao, Hitler, Lenin. La divinización de un hombre "fuerte" mostró hasta que punto la vida política de la sociedad de masas estaba cargada con un contenido profundamente religioso, evidenciado también en la figura de Evita:

Para estas áridas vidas no existía nada que pudiera comparársele, ni siquiera remotamente, así como creyeron en la promesa implícita en los billetes de banco y en el futuro que se avecinaba, reverenciando esa dorada cabeza y esa luminosa sonrisa, como reverenciaban la pequeña virgen de la antigua iglesia de adobe

Muchas veces se ha subrayado esta condición divinizada atribuida al fundador del movimiento, cuyo culto laico inevitablemente entraría en conflicto con la Fe Católica.

Así llegó a ser el "infalible conductor", aureolados de fervores populares: "líder" de un pueblo dispuesto a ofrendarle su vida en el supremo sacrificio de su mística adoración. Mediante una gigantesca propaganda absolutista, combinada con el sindicalismo dirigido y su bien sincronizado movimiento de masas humanas, elaboró el mito de su divina misión de predestinado salvador de la patria de los argentinos y de todos los pueblos sumergidos de Latinoamérica y del resto del universo. Llegó a presentarse como el "Redentor de la Humanidad", como una "nueva reencarnación de Cristo", ejecutor inexorable de su doctrina milenaria.

La característica de infalibilidad ha sido recogida incluso por perspectivas afines al peronismo y no sólo por sus enemigos políticos:

Muchos tenían en Perón una fe ingenua y religiosa: lo creían poseedor de todas las virtudes, incluso la de infalibilidad, pero muchos también tenían muy claro que el gobierno peronista había cometido errores (que por lo general atribuían al entorno del presidente), pero rescataban los grandes lineamientos de su política.

La figura del líder revestía todos los caracteres de la perfección, en los que se identificaba con los arquetipos de un Olimpo constituido por el panteón de la argentinidad. Cada peronista poseía la convicción personal de que la grandeza de su jefe político engrandecía su propia pequeñez. Los estudios antropológicos y sociológico-políticos han encontrado que también el mito cumple la función de dar seguridad al grupo social, brindando a todos los que de alguna manera participan en él, una visión del mundo y de la vida.

Hay una simbología del precursor o profeta de una nueva edad, que como depositario de una sabiduría esotérica, inaccesible a los hombres comunes, anuncia y prepara a la humanidad para el acontecimiento inminente de sus salvación. Esta simbología aparece realizada en el mundo actual en los mesianismos carismáticos y proféticos, en la idea leninista del partido, en la concepción de movimiento de las experiencias políticas de inspiración fascista, e incluso en los intelectuales.