El mejor régimen político según Santo Tomás (1)




SEGÚN SANTO TOMÁS





por M. Demongeot


prólogo de Monseñor Ángel Herrera Oria




PRÓLOGO


El folleto que prologamos no es de fácil lectura. La materia de que trata es muy compleja, y el autor ha querido darnos en breves páginas lo que de ella nos legaron dos de los entendimientos más poderosos que la Humanidad ha producido.

Bien estudiado y meditado, el trabajo de Demongeot arroja mucha luz sobre los problemas políticos que actualmente preocupan a todos. Luz de lo alto, serena, permanente, que brilla en el campo de los principios y que nos ilumina y orienta en el mundo de las realidades prácticas.

Tres son las claves que el lector debe tener presentes para no errar en la interpretación de los textos:

Primera: distinguir claramente entre gobierno y régimen.


Segunda: no olvidar que Santo Tomás no es un político, sino un filósofo y que como filósofo escribe.


Tercera: despojarse de la mentalidad moderna en la interpretación de las palabras. Ni monarquía, ni aristocracia, ni democracia tienen en la pluma del Santo Doctor el valor histórico y concreto que hoy les damos.


Gobierno y régimen


La idea de gobierno es mucho más universal que la idea de régimen. En su acepción más pura y elevada es aplicable a todos los seres capaces de recibir una cierta unidad colectiva. Gobernar es, en esencia, una manera de unificar. De reducir lo vario a uno. Gobernar es crear y mantener un orden, establecer una sabia relación entre los seres gobernados.

Y así, el pastor gobierna a sus ovejas dispersas cuando las reduce a rebaño y las guía y conduce. Y  el príncipe gobierna su reino manteniendo en él un orden jurídico. Y Cristo vino al mundo a gobernar, es decir, a ordenar y unificar. A reunir en uno a todos los hijos de Dios que estaban dispersos (Io. 11, 52.). Y completa y acaba su misión unificadora en la gloria, de la que es Rey: Padre, yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad. (Io. 17, 23.).

La unidad que San Juan describe no es moral o jurídica, como la de un Estado, sino real, espiritual, vital.

La analogía, empero, juega aquí un papel importante para aclarar y dar relieve a nuestras pobres ideas. El valor de la unidad como fin del gobierno es lo que importa acentuar. El ciudadano moderno siente más la idea de la libertad individual. Justo es defenderla; más, incluso para defenderla, hay que salvar antes la unidad colectiva, fin primario del gobierno. En otras palabras: hay que salvar el orden. El orden público lo primero, y después, el orden jurídico y social.