Los elementos religiosos del peronismo (16° parte): El catecismo justicialista

El catecismo justicialista

"Pretensión de sustituir la doctrina cristiana por la doctrina peronista"





Quizás sea excesivo considerar a la doctrina peronista, como lo ha hecho el antiperonismo, un elenco de trivialidades comunes harto conocidas., pero si debe reconocerse que se trataba de enunciaciones simples que expresaban en muchos casos
auténticos criterios de conducta para la vida pública. Estos principios constituyen un verdadero catecismo justicialista, aunque carecen de precisión de un texto de ese tipo.

El contenido de semejante doctrina que tanta importancia debía tener en la organización del país, sin embargo, solo era definido en los términos más vagos.

No resulta ociosa la caracterización de "catecismo", de significación obviamente religiosa, que puede ser adjudicada a la presentación de esa doctrina política que también como tal requería su específica
"predicación". Un catecismo es una síntesis de carácter dogmático que resume las verdades fundamentales de la fe. El mismo Perón lo dice muy claramente:

La doctrina, una vez desarrollada, analizada y confirmada, debe ser artículo de fe para los que la sienten y para los que la quieren.

Resulta sugestivo reparar, por una parte, en que Perón nunca se desdijo de ese sentido dogmático que otorgaba a la doctrina, y por otra, en que la expresión "doctrina", si bien llevan a entender las cambiantes circunstancias de la vida política en términos absolutos, en los hechos resulta desdibujada en razón del pragmatismo que practicó su autor durante toda su vida pública, convertida como dijimos en un puro instrumento de su voluntad personal:

En última circunstancia la doctrina se reducía, en los aspectos cotidianos de la lucha política, a recabar y aceptar las órdenes del líder, o, en la incertidumbre de la soledad cuando esa consulta era imposible, estimar qué es lo que le convenía en una determinada situación. Cualquier otra conducta es inadecuada.

Lo cierto es que este estilo le llevó a asumir, como pudo verse, un verdadero magisterio "infalible" sobre sus seguidores, con el resultado de una auténtica regimentación de la praxis política.

En definitiva, las "veinte verdades" no estaban a la altura de los diez mandamientos o del Sermón de la Montaña, pero los creyentes peronistas las trataban como dogmas de inspiración divina.

La afirmación de estas verdades configuraba un acto de índole religiosa más que política, o mejor expresado, de significación político-religiosa, en consonancia con la naturaleza del peronismo tal como fue caracterizada oportunamente y como aparece a lo largo y a lo ancho de todo este trabajo. Una ideología es una filosofía política popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y desrealizada. La ideología peronista tal como se la presentaba expresaba su propia doctrina como un mito secular y un credo laico, que uno de sus acólitos recitara como una verdad de fe. Es lo propio de la naturaleza ideológica, que la doctrina peronista expresa con toda realidad. Una ideología establecida es lo más parecido a un mito.

Luego, sin embargo, se planteó una suerte de fe laica con su propia escala de valores y la subordinación total de lo espiritual a lo temporal. En el lenguaje Maritain, diremos que se comenzó a disputar la primacía de lo espiritual, en nombre de un espiritualismo secularizado y subordinado a intereses políticos partidarios.

La constitución de un imaginario político aparece quizá como una de las tareas más importantes del aparato de poder, con el objeto de conseguir sus propios objetivos. El régimen peronista intentó generar una imagen de "unidad espiritual" a través de un sistema de mitos y símbolos que sentarían las opiniones han señalado con una cierta audacia un sentido directamente anticristiano en su pretensión de sustituir la doctrina cristiana por la doctrina peronista.

En la orientación moral de la enseñanza, el apóstol de la mentira impuso un determinado dogma: El Católico Apostólico Romano. No obstante, en sus secretos designios involucraba un definido propósito sacrílego, desde el punto de vista católico. Este propósito consistía en combinar la enseñanza de la doctrina cristiana con la de los principios sustanciales de la "doctrina peronista", hasta sustituir -gradualmente- aquella por esta.