La pureza de alma y la sencillez de intención



1. Con dos alas se remonta el hombre por encima de la cosas de la tierra: la simplicidad y la pureza.

2. La simplicidad debe estar en la intención, la pureza en la afección. Es decir, nuestra intención ha de ser sencilla, nuestros afectos, puros.

3. Por la sencillez tiende el alma hacia Dios y por la pureza lo alcanza y gusta de él.

4. Ningún obra buena será para ti motivo de estorbo, si está tu corazón vacío de todo afecto desordenado. Si te propones como único objetivo el beneplácito de Dios y el servicio del prójimo, gozarás de libertad interior.

5. Si tu corazón fuera simple y recto, todo lo creado sería para ti un espejo de vida y un libro de santas enseñanzas. Y es que no hay criatura tan pequeña y despreciable que no sea un trasunto de la bondad de Dios.

6. Si fueses en tu corazón bueno y puro, verías sin dificultad y podrías captar el bien que hay en todas las cosas.

El hombre juzga de las cosas por lo que es

7. Un corazón puro penetra el cielo y el infierno. Como es uno por dentro así juzga lo de fuera. Si alguna alegría existe en el mundo, es la que posee el hombre de corazón inmaculado.

8. Y si en alguna parte reina la angustia y la congoja, no hay quien la experimente más vivamente que una conciencia mancillada.

9. Así como un hierro metido en el fuego pierde la herrumbre y se vuelve incandescente, así el hombre convertido del todo a Dios se despoja de su tibieza y se transforma en un hombre nuevo.

10. Apenas el alma empieza a entibiarse, se torna medrosa ante la prueba más insignificante, y entonces es cuando acepta gustosa los consuelos exteriores.

11. Pero en cuanto empieza a vencerse en todo y a andar animosa por los caminos de Dios, estima por cosa insignificante lo que antes consideraba una carga insoportable.