Los elementos religiosos del peronismo (32° parte): La voz del pueblo (no siempre) es la voz de Dios



Como ya antes se señalara, el vicepresidente Teisaire llegó a decir al presidente que no debía preocuparse por la oposición eclesiástica, en atención a que

"Ya nadie se sentía ligado a su cura párroco y que muchas personas habían reemplazado en sus hogares las imagen de la Virgen por retratos de Perón y Evita"

Un análisis de esta lectura del fenómeno permite concluir que la expresión "vox populi, vox Dei" adquiere en Perón un rasgo de infalibilidad, de modo similar al sensus fidelium  (el sentir común de los fieles, según el lenguaje técnico de los teólogos). Pero resulta evidente que el pedido popular necesita corresponderse con la verdad objetiva de una santidad heroica, y además ser confirmado por la jerarquía eclesiástica. Contrariamente a lo sostenido por un antiguo democratismo teológico resucitado con la Iglesia popular, la verdad no nace del pueblo.

En el ambiente humano de la religiosidad popular, predominantemente peronista, es frecuente encontrar esa mezcla de "nacionalismo" y de populismo con instituciones autoritarias y fervor casi místico hacia la persona de los dirigentes que es característico del nacional-populismo.

Entre las gentes humildes, la imagen de Evita alcanzó pronto un sentido tan alto, que inevitablemente se produjo un mimetismo con lo sobrenatural. La devoción por Evita, ya existente en vida de la mujer de Perón, se afianzó con su fallecimiento temprano. Como vivimos antes, la muerte prematura es uno de los factores que favorecen las canonizaciones populares:


Su trágica muerte la colocó al margen de toda crítica y la elevó a una esfera de adoración comparable con el culto a los santos. Perón recurrió a todos los medios para mantener vivo ese culto ligado al recuerdo de la desaparecida, pues le servía como una legitimación más de sus pretensiones de conducción autoritaria.

Las condiciones estaban dadas. La sagacidad política del caudillo lo llevaría a aprovechar la muerte de su mujer como el primer paso para la creación de la Evita mítica, la heroína inmortal de los peronistas. Delia Degliuomini de Parodi, diputada y figura prominente del régimen, pudo expresarlo con todas las letras. Ella es, dijo solemnemente en la Cámara de Diputados,

"nuestra santa, nuestra auténtica santa"

No se trata, por cierto, de una opinión aislada, sino de una creencia ampliamente difundida entre una enorme cantidad de personas, casi siempre de condición humilde:

"Su presencia emana esperanza y modestia hasta la santidad"

Pero no sólo en el pueblo llano se halla arraigada la creencia. También los intelectuales han compartido la opinión de que

"Evita es un ser en olor de santidad"

El milagro, piedra de toque exigida por la Iglesia Católica para verificar el proceso de canonización de un Siervo de Dios, también corroboraba en el caso ese estado de santidad:

"Evita era una santa: yo lo sé porque ella curó a mi mamá." Y lo era, en verdad. Muchos enfermos, hoy sanos, muchos desvalidos hoy felices, lo repiten por todas partes con la misma fe de la pequeña. ¡Una santa! ¡Una santa milagrosa, porque el amor siempre hace milagros! Ante la dulce verdad, revelada por la voz de la inocencia, no cabe sino recordar la sentencia de la Escritura: "Por la boca de los niños perfeccionaste tu alabanza..."