Realeza, no “de este mundo” sino sobre este mundo


por Jean Ousset

Sin embargo, ¿no está escrito: ―Mi reino no es de este mundo?

Objeción a la cual basta oponer una sola frase del Cardenal Pie:

―Su reino, ciertamente, comenta el obispo de Poitiers, no es de este mundo, es decir, no proviene de este mundo: non est de hoc mundo, non est hoc mundo; y porque viene de arriba y no de abajo: regnum deum non est hinc, ninguna mano terrestre podrá arrancárselo.

Dicho de otro modo, la fórmula ―de este mundo‖ no significa en modo alguno que Jesús se niegue a reconocer el carácter de realeza social de su Soberanía. La frase ―de este mundo, ―de hoc mundo expresa aquí el origen y ningún latinista lo ha negado nunca.

Mi reino no es de este mundo; es decir, mi realeza no es una realeza según este mundo, no es mi reino como los reinos de la tierra, que están limitados, sujetos a mil contratiempos… Mi realeza es mucho más que esto. Mi reino no reconoce fronteras; no depende de un plebiscito ni del sufragio universal. La buena o la mala voluntad de los hombres no puede nada contra él.

Mi realeza no es una realeza que pasa. Mi trono no es un trono que tenga necesidad de soldados para conservarse, ni que una revolución pueda derrocar.

No soy un rey de este mundo, porque los reyes de este mundo pueden engañar y ser engañados; se puede uno librar de ellos; se puede huir de su justicia… Nada de esto es posible a mi respecto.

Tal es el sentido de la fórmula evangélica.

Nada que signifique que Su reino no sea o esté en este mundo o sobre este mundo. ―De ningún modo resulta de estas palabras, ha podido escribir el P. Théotime de Saint-Just, que Jesucristo no deba reinar socialmente, es decir, imponer sus leyes a los soberanos y a las naciones.

No es, pues, sin manifiesto abuso que esta respuesta de Nuestro Señor a Pilato es interpretada casi siempre en un sentido restrictivo para hacer creer en una realeza exclusivamente espiritual, realeza sobre las almas y no una realeza sobre los pueblos, las naciones y los gobernantes.

Si ―mi reino no es de este mundo‖ significara que la realeza de Nuestro Señor no sobrepasa el orden de la vida interior de las almas, sería necesario admitir que aquella otra frase de Jesús ―todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra‖ no es nada más que una amable jactancia. Sería preciso decir que otros muchos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento son fórmulas huecas y sin valor. Habría que decir, sobre todo, que la Iglesia no ha cesado, desde hace veinte siglos, de equivocarse en este punto