Relación entre Fe y Razón (Parte 6)

 


5. HAY MUCHO ESCRITO


¿Quién cree hoy que «sobre gustos no hay nada escrito»?. Todo el mundo replica a semejante estulticia: «Hay mucho escrito, lo que pasa es que tú no lo has leído». Pues lo mismo sucede con la divina revelación. Se dice: ¡es ininteligible, es irracional, es incomprensible...! Pero, bueno, ¿cuánto tiempo has dedicado tú a estudiar lo escrito sobre el asunto? ¿Has leído siquiera por encima el Evangelio? ¿Has investigado la historicidad de la resurrección de Jesucristo? ¿Y la fundación de la Iglesia? ¿Y los fundamentos de la autoridad de su Magisterio?. —¡Ah, no; a mí me cansa estudiar esas cosas! —Por eso, a la menor dificultad, te has quedado sin fe: si la tenías, la tenías como el carbonero avulense; y te has quedado sin brújula, sin Magisterio y sin sentido común.

La razón, cuando discurre por sus propios cauces, necesariamente se topa con el misterio; llega al umbral, se da cuenta de que hay mucho más de lo que ha soñado su filosofía. Y es humano y lógico esperar una respuesta. Si no logra descubrir el por qué del bien y del mal, del dolor, de la vida y de la muerte; si se para ahí, queda bloqueada y la confusión invade incluso las certezas que había adquirido desde su despertar. Pero lo que viene a decir el Papa es que esa confusión, esa desesperación de hallar el sentido del vivir, puede resolverse; la razón puede ser salvada. Es más: positivamente, «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». El hombre, al recibir y acoger la revelación divina, encuentra la respuesta que buscab: una respuesta razonable que viene de lo trascendente, del Absoluto que, aun en un halo de misterio, se atisbaba inequívocamente.