7. LA FE A FAVOR DE LA RAZÓN
Todo esto no es contrario a la lógica racional; la supera, pero va a su favor. Este es, según creo, uno de los aspectos relevantes del mensaje contenido en la Fides et ratio. Es, por decirlo de algún modo, el funeral de la fe del carbonero; que pudo salvar a muchos en otros tiempos, pero no parece apta para hacerlo en el tercer milenio, al menos para los que gozan de una mediana capacidad intelectual. La fe ha de ser ilustrada, razonada, entendida o estará siempre bailando en una cuerda floja. La cantidad de información que llega al hombre, digamos, postmoderno, forma un caos tan enorme e imponente que no se puede esclarecer sin una formación sólidamente anclada en el conocimiento de las verdades fundamentales, las de sentido, que nos permitan discernir entre el bien y el mal; entre la verdad y la mentira; entre lo bello y lo zafio; entre la criatura y el Creador; entre lo lógico y lo sofísitico; entre el uso de la razón y los movimientos viscerales. Y para esto es menester estudiar tanto la razón como la fe, formarse.
Los cristianos de este milenio no tenemos más remedio que estudiar: «estudiar a Cristo». No vale saber mucho de ciencias humanas, desarrollar la inteligencia para el cálculo matemático o el master en marketing, sin desarrollar igualmente la capacidad que la razón tiene para conocer verdades de fondo, de peso, verdades que dilucidan el sentido del cálculo, del master y de la vida entera, su lugar en el cosmos, su destino trascendente. De ahí que sea locura de la peor especie, amputar la mente del niño en escuelas públicas o privadas ajenas a la enseñanza religiosa; o de los jóvenes en universidades donde se especializan en el conocimiento exhaustivo de una de las patas de la mosca, sin saber relacionarla con la mosca ni con el universo. Es la manera más eficaz de crear universitarios que saben mucho de un fragmento de un segmento de un sector de alguna cosa que, lógicamente, les ha de convertir en sectarios de la misma. Así, fácilmente resultarán hombres y mujeres sin fundamento racional para su existencia, sin religión, sin identidad, sujetos a la más engañosa de las modas: la moda intelectual.
Convendría volver a leer despacio —no como para una información de urgencia— el mensaje de Juan Pablo II en la Fides et ratio. Convendría que todo cristiano con uso de razón la usara para conocer bastante bien el Catecismo de la Iglesia Católica. Hacen bien los pastores de la Iglesia que no escatiman medios para formar cristianos adultos no sólo en edad, sino en sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres.