La corporación ExxonMobil ha publicitado un estudio que dice que en el 2050 la humanidad podría prescindir del petróleo para la locomoción automotriz. En sus observaciones, dicha corporación señala asimismo que si mañana decidiéramos prescindir por completo del uso de combustibles derivados del uso del petróleo, los niveles de uso general del mismo serían equivalentes a los del año 2010.
La irrelevancia del impacto es la primera muestra de la desatinada política energética de la Unión Europea, que ha insistido ante los graves inconvenientes en avanzar con decisiones de desaciertos constantes.
En primer lugar, no podemos olvidar los propósitos de la agenda verde que se ha instalado hace décadas sobre la presunta idea de que estamos enfrentando un cambio climático originado por el consumo de combustibles fósiles que producen un efecto invernadero. Estas ideas, generosamente financiadas y apoyadas en datos científicos proporcionados en condiciones poco transparentes por la comunidad científica, son la clave a descifrar.
En este punto deberíamos recordar el escándalo suscitado por los científicos de la Universidad de East Anglia, cuyos correos electrónicos fueron filtrados a la prensa por hackers.
Lo extraño de este suceso es la inacción de los gobiernos pese a la gravedad del mismo. En su momento, más de 10 000 correos difundidos demostraron que se modificaban los datos reales para que encajen en la mentada idea de demostrar que la acción humana era responsable del calentamiento global.
Si a esta idea le sumamos que el IPCC, el panel que se ocupa de la lucha contra el cambio climático, está integrado por economistas y otros profesionales, donde los climatólogos tiene un papel casi anecdótico, las dudas crecen sobre la verdadera intencionalidad de las acciones.
El actual mandamás del IPCC es Hoesung Lee, un economista, ex empleado por la ExxonMobil, hermano de Lee Hoi-Chang, ex primer ministro surcoreano. Curioso que con esos antecedentes sea el Zar del Cambio Climático.
Esto no debería extrañarnos si consideramos que Rajendra Pachauri fue su antecesor. También economista, Nobel de la Paz 2007 compartido por Al Gore, estudió en la Universidad Estatal de Carolina del Norte en Raleigh, Estados Unidos y trabajó para el Banco Mundial.
Gore y Pachauri formaban parte de la empresa Kleiner Perkins Caufield & Byers (KPCB), que invirtió 4 millones en Glori Oil Ltd., y ganaron gran parte de su fortuna de $200 millones en este negocio que consistía en la extracción de crudo mediante la inyección de CO₂.
Pachauri fue acusado por la incompatibilidad de su función con sus negocios privados, sin embargo, luego de años de investigación, se justificó su accionar. El economista indio terminó finalmente cayendo en desgracia por una denuncia de acoso sexual a sus empleadas.
Si todo esto es insuficiente para comprobar razonablemente las dudas sobre lo que sucede con el tema del cambio climático, observemos dos detalles.
El primero es que existe una corriente de meteorólogos que aseguran que el cambio es parte de la naturaleza del clima y que dudan de los datos oficiales, más aún, científicos del Observatorio Astronómico de San Petersburgo anunciaron a principios de este siglo que estábamos en las puertas de una Mini Era Glaciar.
Este diagnóstico fue corroborado por Vladímir Kotlyakov, director del Instituto de Geografía de la Academia de Ciencias Rusa, en una entrevista de la agencia Efe. El científico ha señalado que el clima está “en permanente cambio”, y que por eso no es obligatorio que sea en una misma dirección siempre.
Señala asimismo que no hay suficientes datos científicos para afirmar que la temperatura seguirá subiendo y que aducir que el aumento de 0.7 grados es por el efecto invernadero, no responde a la realidad, cuando es un grado y medio más baja hoy que en el periodo más cálido que vivió la Tierra y allí no había influencia humana.
Remata sus pensamientos diciendo que toda la actividad humana es incomparable con la actividad solar, y que, aún queriendo, el hombre no podría modificar la realidad.
El doctor en Ciencias Geológicas, Vladímir Zikin, en el mismo sentido, señala que “El estudio del clima es una labor extremadamente complicada, debido a un gran número de factores que influyen en los resultados: la actividad solar, la ubicación de los continentes y océanos, el relieve del terreno, la capacidad reflectora de la Tierra, cambios en la órbita terrestre, actividad volcánica, etc.”. Pensar que el uso de combustibles fósiles es el responsable básicamente es, al menos, una simplificación.
Un grupo internacional de investigadores, encabezado por V. Zharkova, de la Universidad de Northumbria, reveló durante el Encuentro Nacional de Astronomía en Llandudno en Gales algo muy importante que pasó casi desapercibido. Estamos al borde de una “Pequeña Edad de Hielo” similar a la que congeló una buena parte del mundo durante el siglo XVII y principios del XVIII y se producirá nuevamente entre los años 2030 y 2040.
Las razones obedecen al campo magnético del Sol que varía a lo largo del tiempo, e influyen en las variaciones magnéticas de la atmósfera solar, determinando la radiación electromagnética, así como la intensidad de sus flujos de plasma y en el número de manchas en su superficie. Estas variaciones se producen cada once años, tienen efecto directo sobre el medioambiente de la Tierra y se pueden corroborar con la presencia de isótopos como el carbono 14 y el berilio 10 en glaciares y en árboles.
Una variación de apenas del 1 % en la actividad solar es suficiente para tener un impacto mensurable en la superficie terrestre.
El segundo punto a considerarse, en consecuencia, es que lo que establece realmente la ciencia no es lo que plantea la propaganda ambientalista que se multiplica a través de distintos medios.
Los mencionados precedentemente son apenas algunos de los materiales científicos que ponen en duda la idea del calentamiento global y más aún que sea la variación por causa de la actividad humana. Simplemente, el hombre puede contaminar el planeta con sus actividades, pero está muy lejos de la capacidad necesaria para impactar en el clima.
Resulta entonces muy extraño y sospechoso que con buena parte de las evidencias científicas en contra y con un panel internacional en manos de profesionales que poco o nada tienen que ver con estos estudios, la presión por eliminar los combustibles fósiles sea tan poderosa e incesante.
Si recordamos como las ONG ambientalistas festejaban hasta hace poco que no hubiera fertilizantes para los cultivos como algo positivo porque iba a servir para la agricultura tradicional, y los resultados que ya vemos de encarecimiento de alimentos y posibles hambrunas generalizadas, deberíamos repensar con mucha desconfianza lo que el Poder nos comunica.
Basados en que la actividad humana sería determinante para el Cambio Climático, que mutó de su antigua denominación de “recalentamiento” a “cambio” tal vez anticipándose a lo que realmente va a suceder, las políticas que se han impulsado en el mundo occidental son muy preocupantes.
China ha dicho que se separa del combate al cambio climático, algo que pese a sus declaraciones nunca ha tomado muy en serio, lo que sintoniza con países como la India, que ha repetido la fórmula de decir lo que Occidente quiere escuchar, pero hacer lo que les conviene en definitiva.
India ha sido uno de los países que en los 90 denunciaba estas ideas como una forma de aplastar el crecimiento de las naciones menos industrializadas. La equivalencia ambiental de subir y luego patear la escalera que usaban los países más industrializados.
Con razones más que suficientes para llamar a la reflexión, la subcultura woke ha tomado con ferocidad la lucha contra el cambio climático y los poderes fácticos han impulsado políticas irracionales apoyados por la propaganda.
La UE encabezó esa tendencia suicida apelando a cerrar las centrales eléctricas a carbón, llegando a extremos como el de España, que ha dinamitado algunas para evitar que puedan ser vueltas a poner en funcionamiento.
Alemania se ha hecho eco de la campaña de demonización de la energía nuclear y ha decidido cerrar las suyas, apostando como el conjunto europeo a las energías renovables, incapaces de sostener la actividad económica, como ahora vemos.
Putin socarronamente hace unos años se había preguntado cómo iban a calentarse los europeos sin gas, petróleo y energía nuclear. Su conclusión no fue menos irónica, seguramente con leña, pero la deberán buscar en Siberia.
Esta locura europea requería haber tenido un límite dado por la realidad, sin embargo, han insistido con lo mismo, más energía “limpia”.
Rusia ha puesto en un punto de no retorno a la UE. No más gas, y, sin embargo, los líderes europeos, que primero intentaron apelar al carbón y otros remedios convencionales, para aliviar su angustiante situación, dieron marcha atrás.
No obstante la gravedad que amenaza con destruir la economía europea, las ONG y autoridades europeas han aumentado la presión para no “retroceder” y seguir con los planes de cerrar fuentes alternativas a las solares o eólicas.
La UE se asoma al abismo, los industriales alertan de la imposibilidad de trabajar sin materias primas rusas, pero especialmente sin la energía, se traducirá simplemente en la inviabilidad económica.
¿Qué razones pueden ser tan poderosas para determinar esta política en una forma tan inflexible que termina por arrastrar la suerte de países y personas hacia el desastre?
No sabemos exactamente que es lo que sucede; sin embargo, podemos sospechar que hay algo en marcha muy poderoso e inconfesable.
Las políticas de eliminar las energías fósiles hacen inviable la economía mundial en esta etapa del desarrollo y estamos aún lejos de tener alternativas, la demonización de la energía nuclear cierra la puerta a las opciones razonables.
Si esta situación la enmarcamos en una falta de datos científicos que sean lo suficientemente confiables para tomar tan drásticas decisiones, la situación termina por ser sospechosa.
Sabemos que los líderes políticos europeos no se destacan precisamente ni por su honestidad, ni por su inteligencia y menos aún por su capacidad, pero esto es mucho aun para sus estándares habitualmente subterráneos.
La única situación lógica es que alguien muy poderoso y en las sombras ha determinado la necesidad de hacer implosionar la economía de occidente y la UE es el inicio.
Parece algo conspiranoico, poco serio, pensar que un espacio tan importante como la UE puede implosionarse y caer ante la pasividad y complicidad, según sea el caso, de sus dirigentes.
¿Alguien recuerda como cayó la URSS hace tres décadas? Tal vez no sea tan conspiranoico después de todo.