LA NOCHE EN QUE SÓLO ARDIERON IGLESIAS BACANAS

 

Te señaló la ruta iluminada



por Mario Caponnetto




El pasado 11 de junio, festividad litúrgica de Corpus Christi, se cumplieron cincuenta y cuatro años de la memorable Procesión de Corpus, en Buenos Aires, en plena persecución religiosa desencadenada por el gobierno peronista de aquella época. Por ese motivo escribí una breve nota, difundida en algunos medios digitales, en la que recordaba tan importante acontecimiento, una de las últimas —sino la última— manifestación de católica Fe militante en nuestra Patria.

El escrito no tenía otra intención que rescatar del olvido, sobre todo de cara a las generaciones jóvenes, aquella gesta religiosa y cívica de la que participé con mis apenas quince años. Por desgracia, los argentinos somos flacos de memoria o, lo que es peor, tenemos memoria selectiva.

Pues bien, algunas personas se han enojado a causa de este escrito y lo han hecho de mal modo incurriendo, incluso, en el agravio. Un señor Brandán me ha tildado de “recalcitrante clerical y chupasirio” (así con “s”); otro, que firma como Silvio, me ha acusado de “fanático, pero no como católico, sino como pensador seudo político”. A Brandan le recuerdo que cuide su ortografía no sea que la Embajada de Siria crea que me dedico a “chupar” a ciudadanos de esa nación con el consiguiente conflicto diplomático que pudiere desencadenarse. Al amigo Silvio no sé qué decirle pues si soy, como él afirma, un “seudo pensador” entonces nada de lo que diga tendrá existencia real para él. La duda, por mi parte, es si Silvio existe o es sólo una ilusión virtual.

Pero la nota firmada por Ricardo B. Molina Figueroa merece, sin dudas, una consideración particular. Se trata, en realidad, de una extraña mezcolanza de temas enlazados con mala sintaxis. Freud, el Concilio Vaticano II, la teología de la liberación, la Revolución Libertadora, los fusilamientos de junio del 56, el tercermundismo, la partidocracia, la Biblia latinoamericana, todo mezclado y batido en un extraño cóctel que parece habérsele subido a la cabeza. Además, me considera “un enfermo” y trata de psicoanalizarme. En efecto, sostiene que mi caso lo asombra pues considerándome un hombre de, años más o menos, de su misma edad, mi artículo sobre el Corpus del 55 “pareciera haber sido escrito por algún enfermo protagonista de esos años”; y concluye que estas cosas “generalmente suceden en la psiquis, que se comienza a justificar las acciones anteriores, aun sabiendo que fueron erróneas (Freud)”, etc.

Pero todas estas y algunas otras son simples menudencias. El plato fuerte del escrito del señor Molina es este párrafo que transcribo íntegro:

“Ya han pasado muchos años y mucha agua pasó bajo el puente. He visto las iglesias quemadas, todas ellas, en Buenos Aires, y todas ellas «bacanas», pero no he sabido de ningún «curita» que haya tratado, aunque sea con un mísero balde, tratar de apagar los fuegos (esto me lo dijo en su momento, un cura). La pregunta es: ¿Por qué no se quemaron iglesias en la Matanza, en Lomas de Zamora, en Lanús…?”

¡Vaya! Curioso sentido de lo sacro el del señor Molina quien al parecer, luce un apellido bacán y, según confiesa, tenía parientes que habitaban en la bacana esquina de Gelly y Obes y Copérnico (yo, en cambio, por aquellos años, vivía en la jurisdicción de una más que modesta parroquia porteña: San Vicente de Paúl). Después de “tantas aguas bajo el puente” venimos a enterarnos de que, finalmente, las cosas no ocurrieron como suponíamos. Aquella trágica noche del 16 de junio de 1955, que algunos recordamos como la gran noche de pasión de Buenos Aires, sólo se quemaron algunas “iglesias bacanas” del centro porteño, algo así como una justa excursión punitiva de los “muchachos peronistas” siempre listos a la hora de dar su merecido a la oligarquía. ¿Sacrilegio? ¿Profanación? No. Estos términos son propios de mentes enfermizas. ¿Quién puede hablar de profanación cuando sólo ardieron los templos “bacanes” y nada ocurrió en las humildes parroquias de las barriadas proletarias?

¿Advierte el señor Molina lo absurdo y peligroso de su modo de pensar? Rezo por él para que se disipe la ofuscación de su mente.

Una última cosa. Según Molina ningún curita salió, siquiera, con un balde a apagar el incendio. En esto le asiste no toda pero buena parte de la razón. Para ser justos debemos recordar lo que, tal vez, fue una excepción. Hubo un sacerdote que salió a enfrentar a las hordas de profanadores; y eso le costó la vida. Me refiero al Padre Jacobo Wagner, de la iglesia de Las Victorias. Fue tal la golpiza que recibió que a las pocas semanas entregaba su noble alma al Creador. El buen cura estará, sin duda, junto al Padre quien, seguramente, le habrá perdonado haber intentado defender una iglesia bacana.

Mario Caponnetto