El Gobierno podía dirigir a su voluntad a la Nación en el rumbo que deseaba, contando con la mayoría del electorado, un aparato burocrático adicto, y medios financieros de consideración.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, la República Argentina estaba convertida en acreedora y proveedora de los países europeos arruinados por la contienda. Como expresara Perón al describir su situación inicial, "no se podía caminar por los sótanos del Banco Central" a causa de los depósitos en oro: en 1946 se contaba con 1.643 millones de dólares de reserva. Esta fortuna será la base de la acción proselitista, dilapidándose en actos demagógicos y negocios ruinosos; como que al caer el Gobierno peronista casi diez años después, aquella reserva había disminuido a 284 millones (con 412 de deuda pagaderos a corto plazo).
El manejo discrecional y abusivo del Tesoro Nacional hizo que, apenas dos años después de tomado el Poder, el déficit interno que era de 9.200 millones de pesos en ese momento, llegara a 72.000 millones (6).
La sustentación política fue, pues, una campaña de mejora social teñida de dádivas y favoritismos. Un ingrediente fundamental fue en lo interno la lucha de clases, y la hostilidad hacia el extranjero como recurso de circunstancias. En este último caso, los nombres de los norteamericanos Braden y Griffitis fueron mostrados por el partido oficialista como agentes contrarios a la soberanía argentina; al igual que se agitó la misma bandera de un nacionalismo tan agresivo y regresivo —y ruinoso— respecto a la "pérfida Albión" cuando se adquirieron los ferrocarriles. El aparato oficial, de alcance político y social, tendía a ofrecer la imagen de un Estado "económicamente soberano" teñido de nacionalismo, pues de acuerdo con la nueva Constitución el progreso patrio reposaba en el control gubernativo de ciertos bienes y servicios —en rigor, casi todos—, pero que en la práctica produjo el paulatino deterioro de su eficiencia, a la par que el de las finanzas públicas.
Naturalmente, al principio del sistema implantado varias medidas beneficiaron a los estamentos sociales más carecientes: la fijación de un salario mínimo, creación del "aguinaldo" (sueldo anual extra), la estabilidad en los empleos, vacaciones a cargo del Estado, regalos a familias menesterosas; una vasta gama de captación sustentada en una paralela campaña orquestada contra los poseedores de mayores recursos, que se tradujo en un auténtico odio de clases, continuamente fomentado con positivos resultados para el Partido gobernante. El resentimiento de los descamisados creó un auxiliar paraestatal: la delación y el control de quienes presuntamente pretendían mantenerlos sometidos, detentando el bienestar con exclusividad. El Barrio Norte de la Capital Federal, considerado el reducto —-quizá mejor sería calificarlo de símbolo— de la aristocracia porteña, mostraría con el tiempo las fachadas de los domicilios de caracterizados opositores marcadas con pintura —--cruces y números— para proceder contra ellos, según las oportunas directivas que impartirían los jefes de manzana que conocían su identidad y movimientos.
En esta campaña de desprestigio hacia el patriciado argentino, tachado de explotador y colonialista, el general Perón contó con la muy eficaz colaboración de su esposa Eva Duarte, antigua actriz de cine y radio, la cual nunca pudo superar las amarguras de un pasado duro. La compañera Evita, según se autodenominaba, volcó su favor hacia los humildes tanto como un visceral rencor hacia las clases altas; y en tono virulento declamaba una y otra vez con exagerada emotividad contra los elementos distinguidos de la sociedad, como por ejemplo en el discurso pronunciado el 23 de septiembre de 1947, en que incitaba a los trabajadores a no olvidar una situación supuestamente degradante:
Ellos saben bien que antes del general Perón vivían en la esclavitud; y sobre todas las cosas, habían perdido la esperanza de un futuro mejor. Que fue el general Perón que los rectificó, social, moral y espiritualmente. Y saben que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias, todavía no están derrotados; que desde sus guaridas asquerosas atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad...
El embajador español don José María de Areilza, conde de Motrico, alude en sus memorias diplomáticas a la mujer del Presidente argentino, que describe como de "carácter tenaz y refractario al olvido", puntualizando —con la imparcialidad de un observador extranjero— que "sus aborrecimientos eran implacables, y gustaba de hacerlos solidarios", En cierta ocasión, cuando la señora de Perón organizaba su viaje a Europa —durante el mismo año 47— aludió en el lenguaje descuidado que jamás abandonó, a alguna maniobra que creyó advertir en su contra, denunciándola a Areilza:
"Son las señoras de la oligarquía porteña las que han metido manija para que el viejo pajarón reblandecido del Vaticano se asuste y diga que no me recibe."
Su acción pública, desarrollada desde un despacho situado en el edificio de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y luego al frente de la Fundación que llevó su nombre, estuvo constantemente matizada por sus arengas en actos políticos, donde Eva Duarte de Perón no dejaba de excitar el revanchismo popular:
"El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos. iUna vez más,mis queridos descamisados, uniéndonos al líder y conductor, reafirmamos que en la Nueva Argentina ya no hay lugar para el colonialismo económico, para la injusticia social ni para los traficantes de nuestra soberanía y nuestro porvenir!"
Esta prédica machacona que alimentaban desde el Presidente y su esposa hasta funcionarios y dirigentes del Partido Peronista, caía en terreno fértil y lograba fácilmente adeptos. Signos evidentes de que la clase alta criolla y sus socios extranjeros iban siendo desposeídos de sus recursos, lo daban una amplísima gama de propiedades que eran reivindicadas por el Estado, por distinto tipo de desapoderamiento: revocación de concesiones, expropiaciones o intervenciones. Esta suerte corrieron, entre otras muchas instituciones, la Sociedad de Beneficencia, las Academias Nacionales, la estancia San Juan de la familia Pereyra Iraola, el Instituto Massone —su presidente se negaba a efectuar aportes para beneficio del régimen oficial—, la fábrica de golosinas Mu-Mu, los campos de deportes del Tennis Club Argentino y del Club Universitario...
Simultáneamente, las señales de adhesión hacia la pareja gobernante crecían, en todos los órdenes, traducidas en donaciones de dinero, regalos de variada índole, o meros mensajes y dedicatorias de triunfos en cualquier actividad. Demostración visible de la adulación la daban la imposición de sus nombres a lugares públicos de relevancia: llevaron el del Presidente Perón la Provincia del Chaco (para cuyo escudo fue adoptado el del Partido oficialista) y la antigua estación ferroviaria Retiro, cabecera del sistema argentino; el de Eva Perón, la Provincia de La Pampa y la ciudad de La Plata, capital de la de Buenos Aires; y pueblos y calles y monumentos y placas de homenaje. La estación de subterráneo "Facultad de Medicina" pasó a llamarse Justicialismo; el patio cubierto de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, 17 de Octubre, al igual que un crucero de la Marina de Guerra... Los casos son innumerables.
La línea de acción nacionalsocialista se afirmaba en todos los órdenes, pues la política oficial no se limitó a valores materiales. El sistema peronista comprendió que a la par de recursos propagandísticos, debía atender a la educación que moldea las conciencias en crecimiento:
"Nos reservamos el derecho de que la niñez argentina aprenda a amar a la Patria y a Perón desde su cuna."
Esta frase de la esposa del primer magistrado impulsó a introducir desde la escuela primaria la captación buscada: los textos de lectura infantiles incluyeron novedosas técnicas de aprendizaje, al estilo de las que se reproducen seguidamente:
Vi a Eva - ave - uva - viva.
Perón Pe/rón - P/e/r/ó/n - Sara y su esposo son peronistas.
Amo a Evita.
Todos trabajan - Dios mandó trabajar - Perón trabaja.
Evita, el hada buena - pensionó a los viejos, a los inválidos. Veo a Eva - Ella es linda - ama a los niños.
Los textos primarios se titulaban La Argentina de Perón (libro para cuarto grado, editorial Luis Lasserre S.R.L.), o mostraban en la tapa los rostros del Jefe de Estado y su consorte entre rayos luminosos, con la silueta de la Secretaría de Trabajo y Previsión, bajo el rótulo Mensaje de luz.
Por ley 14.126 del 22 dejunio de 1952 se ordenó hacer conocer a todos los establecimientos de enseñanza -desde primaria hasta superior, incluyendo normal, técnica y especial- el libro La razón de mi vida, que se publicó como de la autoría de Eva Duarte de Perón. De primero a cuarto grado sería comentado por los maestros, y de quinto a sexto de nivel primario era de estudio obligatorio; en cuanto a los institutos educacionales de idioma extranjero, debían realizarse versiones de la obra. En la enseñanza universitaria se implantarían "los propósitos que la informan:, y se concederían becas para las mejores glosas o composiciones "sobre el contenido popular del libro y sobre su ilustre autora".
La Universidad no escapó al celo del régimen. Allí sería obligatorio asiste de la República, antes de graduarse en las Facultades. En la de Derecho, como muestra de repudio, los estudiantes del último curso se apiñaban al fondo del aula, dejando un ostensible claro en los bancos con respecto al profesor encargado de dictar dicho adoctrinamiento.
Paralelamente, en todos los órdenes de la educación se impulsaba una revisión de las figuras próceres del pasado nacional —los antepasados de la denostada "oligarquía"— para reemplazarlos en el fervor colectivo por otras personalidades aparentemente más consustanciadas con los reclamos populares. Al igual que a sus descendientes, se presentó a los próceres bajo una falsificación de sus actitudes, las cuales habrían sido motivadas por la codicia, alimentada por la corrupción al servicio muchas veces de intereses foráneos. El diario La Época comenzó la campaña con una serie de artículos denominada significativamente "Sepulcros blanqueados" con la finalidad de censurar a las figuras consagradas, con la excepción de San Martín y de Belgrano. Fue su autor el Diputado peronista Eduardo Colom, propietario del periódico, quien revela: "Había que decir, por ejemplo, que Mitre ganó todos los grados que tenía hasta el de coronel luchando contra la Confederación Argentina a bordo de barcos franceses; y que el señor Rivadavia antes de ser Presidente había pactado con los ingleses la entrega de todos los millones argentinos, pero hubo un caudillo llamado Quiroga que echó a los ingleses y no entró nadie en La Rioja". Similares infundios alimentaban la crítica del pasado histórico, en beneficio de Rosas y sus seguidores, cuyas tendencias políticas se ponían de parangón con las desarrolladas por el Presidente Perón.
Curiosamente, este mismo ni su esposa mostraban interés por esa campaña revisionista, bien que generalmente la tolerasen y hasta parecieran proclives a ella. Pero el endiosamiento de caudillos afines aparentemente a las masas populares, no pudo embanderar al general Perón en la repatriación de Rosas o en la condena a la figura de Sarmiento; y la misma Evita, tan agresiva en sus planteos, protagonizó una intervención curiosa frente a la tendencia desatada por La Epoca. Revela su director Colom que cuando inició el ataque a Urquiza, vencedor de la tiranía de Rosas, la esposa del Presidente lo amonestó con un inesperado argumento:
Vos no podés hacer esa campaña que hiciste, antiurquicista, porque el peronismo es urquicista; y no vale la pena dividirlo con los que están con Rosas o contra Rosas. Seamos todos peronistas, estén todos unidos; pero no traigan cosas viejas... (8)
La difamación, empero, no finalizó: con motivo de cumplirse el centenario de la batalla de Caseros, el Gobernador de Entre Ríos, general Albariño, dispuso celebrar dignamente el aniversario (3 de febrero de 1952), y esto volvió a agitar a Colom: "Entonces yo empecé a atacarlo —-explicaba en sus reminiscencias—. ¿Cómo es posible que festejase el Gobierno peronista el día del triunfo de Urquiza?". Y no le faltaba razón, para ser consecuente con las tendencias oficiales.
(6) Las cifras fueron indicadas por el Presidente de la República en 1957, en acto público cuyo detalle transcribe SÁNCHEZ ZINNY, El culto de la iqfamia cit., pág. 293.