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4. SINERGIAS E INTERACCIONES (RADIACIONES ELECTROMAGNÉTICAS)


4. SINERGIAS E INTERACCIONES

Salvo en niños, en la mayor parte de los casos tendríamos que cambiar el término "personas sensibles" por "personas sensibilizadas", ya que vemos que esta sensibilización aparece tras un determinado tiempo de exposición, y que por tanto no son sensibles de por sí, sino sensibilizadas por causa y efecto de las radiaciones.

La exposición a distintas radiofrecuencias de radio, televisión, wifi o telefonía, unida a frecuencias extremadamente bajas de líneas eléctricas o transformadores, puede aumentar los riesgos en las personas expuestas, y es una de las vías de respuesta biológica que conduce a la electrosensibilidad y a una amplia gama de trastornos ligados a esta múltiple exposición.

En general, la persona electrosensible presenta síntomas de su enfermedad especialmente cuando está expuesta a focos de radiación electromagnética. Por ello, la mejor defensa es evitar dicha exposición. Esto puede parecer algo sencillo, pero para las personas que sufren de electrosensibilidad en grado crónico es realmente difícil encontrar espacios libres de radiaciones. Las ciudades están inundadas de infinitas frecuencias e incluso en la naturaleza estos espacios limpios son cada vez más escasos.

Actualmente es frecuente encontrar en un mismo punto la confluencia de distintas frecuencias con sus diferentes potencias, lo cual genera una mayor contaminación electromagnética y una mayor sensibilización de los organismos expuestos. Como ejemplo, vemos que en los resultados de uno de los estudios del biofísico Andrew Marino y del cirujano Robert Becker se constata que el riesgo de cáncer se eleva cuando coinciden la radiación producida por cualquier tipo de foco electromagnético de extremada baja frecuencia (línea de alta tensión, transformador...) con la de una antena emisora de radiofrecuencias (radio, televisión, wifi, telefonía.. .).

Al alejarse del foco (antena de telefonía, wifi, transformador, línea eléctrica.. .) los síntomas producidos por dicha exposición electromagnética suelen remitir, pero en muchos casos no desaparece la sensibilidad a otros agentes, como es el caso de los químicos. La electrosensibilidad es una enfermedad crónica producida por la exposición a los campos electromagnéticos. Es una enfermedad medioambiental y está emparentada con la sensibilidad a determinados alimentos, a productos químicos, al síndrome de fatiga crónica, a la fibromialgia y a las alergias.

Según ha mostrado un estudio dirigido por las doctoras del servicio de Alergología Infantil del Hospital Universitario La Paz, María Teresa Boyano y María del Carmen García, los ingresos hospitalarios por reacciones alérgicas graves en niños se han multiplicado por siete en los últimos diez años. En España, en los últimos trece años, la sensibilización a alimentos se ha duplicado (de un 3,6 a un 7,4% de la población). Aunque la investigación se centra en la alergia a alimentos generada por la inmunoglobulina E (un tipo de anticuerpo de los mamíferos ligado a la hipersensibilidad), existen otros factores que se suman a que este alarmante aumento se haya producido y que siga en ascenso.

Aunque los síntomas más frecuentes en las personas más sensibilizadas a los campos electromagnéticos son las alteraciones en la piel y en los ojos, la sensibilidad a la luz, trastornos cardiacos y en la tensión arterial, migrañas, dolores articulares y musculares, vértigo, dificultad de concentración, náuseas, pérdida de memoria, etc., la fibromialgia y la fatiga crónica tienen una clara relación con la exposición a productos químicos y a campos electromagnéticos, especialmente cuando se da una sinergia entre ambos.

De hecho, la exposición a la contaminación electromagnética hace que ciertas sustancias tóxicas sean miles de veces más tóxicas de lo que lo serían sin dicha exposición.

Con el tiempo, las personas con electrosensibilidad crónica suelen padecer también sensibilidad química, fatiga crónica y fibromialgia. En muchas ocasiones, el disparador de estas otras enfermedades es la presencia de campos electromagnéticos durante mucho tiempo en el entorno de las personas afectadas.

Otros factores pueden interaccionar con los campos electromagnéticos, provocando una multiplicación de los riesgos a que está sometida la persona expuesta: tóxicos ambientales, ruido, baja calidad del aire, modificaciones de la radiación natural o las alteraciones del campo magnético y/o eléctrico natural. El estudio de todos estos factores, forma un cuadro completo de la interacción de los elementos a tener en cuenta a la hora de valorar el ambiente en que vivimos y su repercusión en la salud.

El uso de productos que llevan incorporados químicos tóxicos puede conllevar la aparición de la sensibilidad química y trastornos neurológicos, así como favorece la aparición de una especial sensibilidad a las radiaciones y viceversa: pinturas, limpiadores, desinfectantes, insecticidas, pesticidas, pegamentos, etc.

Los campos electromagnéticos generan una serie de efectos nocivos por sí solos y también crean una serie de sinergias en el organismo en las que pueden intervenir otros factores de riesgo. Un aspecto poco difundido, pero de especial trascendencia para conocer el origen de algunos de los efectos nocivos relacionados con la toxicidad de productos quím icos y de determ inados fármacos, es su interacción con los campos electromagnéticos. Algunos de estos factores son de riesgo en sí mismos y otros se transforman en peligrosos o aumentan su nocividad al interaccionar con campos electromagnéticos.

La exposición a campos electromagnéticos provoca electrosensibilidad y es en muchos casos el disparador de la sensibilidad química. Las personas especialmente susceptibles a los campos electromagnéticos suelen generar también una señalada reacción perjudicial a la presencia de químicos en su entorno: artículos de limpieza doméstica, de aseo, cosméticos, etc.

Un problema añadido, a diferencia de los tóxicos ambientales, como es el caso de los pesticidas, barnices, pinturas y pegamentos químicos, envases plásticos de los alimentos con bisfenol A, ftalatos, etc., es que la radiación no deja rastro en el organismo en forma de agentes tóxicos, aunque sus efectos sean acumulativos.

El organismo va acumulando sustancias tóxicas (pesticidas, bisfenol, ftalatos...) y metales pesados (mercurio, plomo, cadmio...) a través de la alimentación, del uso de muchos productos de consumo cotidiano y del medio ambiente. Muchas personas padecen sensibilidad química a productos de uso cotidiano: perfumes, insecticidas, ambientadores, pesticidas, etc., sin ser conscientes de ello, y padecen múltiples trastornos de difícil solución al no tener la información necesaria para adoptar medidas preventivas (ver campaña Hogar sin tóxicos www.hogarsintoxicos.org). Estos casos suelen estar relacionados o potenciados por la presencia de campos electromagnéticos en su medioambiente.

En muchos de estos casos, el problema se acrecienta con los empastes dentales con amalgamas, pues hacen las funciones de antena y provocan reacciones alérgicas o malestares ante la exposición a campos electromagnéticos. Dos investigadores suecos, Osterdalh y Hógstedt, afirman que las personas sometidas a campos electromagnéticos artificiales con empastes bucales de amalgamas, tienen un mayor riesgo de enfermar. Este riesgo se eleva entre tres y cinco veces más que en otras personas igualmente expuestas pero sin dichos empastes de los que se desprende mercurio procedente de las amalgamas empleadas.

En base a ello, debemos tener en cuenta no sólo los riesgos derivados de la exposición a campos electromagnéticos, sino también la interacción entre estos y otros elementos que pueden, por sí solos, ser 0 no nocivos, pero que cuando se combinan con la contaminación electromagnética, elevan los efectos dañinos sobre el organismo.

El doctor William Steward fue nombrado por el gobierno británico para dirigir junto a otros expertos un informe sobre telefonía móvil. En las conclusiones del "Informe Steward", se muestra esta interacción y potenciación de diferentes agentes 0 sustancias co-cancerígenas y cancerígenas habituales en el medioambiente.

Estos resultados indican la urgencia en reducir e incluso eliminar de los espacios habitados las radiaciones de altas y bajas frecuencias, especialmente las del ámbito de la telefonía móvil por su especial incidencia, ya que éstas potenciarían, por ejemplo, la transformación tumoral de los rayos X y el benzopireno, tal como indicaron los investigadores Balcer y Kubiczek, y Harrison en dos estudios de 1985 y 1991.

Un estudio de Szmiglelski de 1988 demostró que las microondas aumentaban hasta tres veces el número de tumores de piel con una dosis subcarcinogenética de benzopireno, en su trabajo "Inmunología y aspectos cancerígenos relacionados con la exposición a las microondas de baja frecuencia y campos de radiofrecuencia". Por su parte, Kues, en 1992, realizó un estudio en el cual se constató que los fármacos utilizados en el tratamiento del glaucoma pueden aumentar el daño de las microondas sobre el ojo. Aunque también es posible argumentar que este tipo de frecuencias hace que estos fármacos sean dañinos para el ojo.

Asimismo, Scarfi, Lioi y d "Ambrosio comprobaron en 1996 que estas radiaciones amplifican el efecto genotóxico de la mitomicyn C por la presencia de micronúcleos en cultivo de linfocitos de bovino. Maes y sus colaboradores un año después publicaron los resultados de sus trabajos de exposición a frecuencias de telefonía móvil con el sistema GSM, cuyas conclusiones son las mismas que el anterior trabajo pero, en este caso, con linfocitos humanos.

Por estos y otros muchos estudios, se comprueba que las radiaciones son el desencadenante o el aumento de la nocividad de muchas sustancias y productos considerados tóxicos, cuando por sí solos no serían nocivos o lo serían en menor medida. De ahí que las personas sensibles a químicos deban tener especial cuidado en eliminar de su entorno cualquier tipo de radiación. Eso no quiere decir que por el mero hecho de eliminar las radiaciones nos podemos someter a productos tóxicos, si no que el organismo tendrá mayor capacidad de defensa al no estar bajo la influencia debilitante e inmunodepresora de los campos electromagnéticos, y que sus efectos tóxicos serán, en muchos casos, menores.

Desde mediados de los años noventa en distintas clínicas se trata de electrosensibilidad a muchos pacientes, de los cuales el 80% era también sensible a los productos químicos. A este respecto, en la Declaración de Friburgo, realizada por la Asociación Interdisciplinar para la Medicina Ambiental, se confirma que: "Ya nadie se puede librar del todo de las microondas pulsantes. Éstas incrementan el riesgo de la acción de factores químicos y físicos ya existentes en el medio ambiente, sobrecargan adicionalmente el sistema inmunológico y pueden acabar con los mecanismos de regulación que hasta ahora hacían de contrapeso. Especialmente amenazados se encuentran las embarazadas, los niños, los adolescentes y las personas mayores y enfermas".

Este medioambiente agresivo va deteriorando la capacidad de respuesta del organismo para defenderse, y paulatinamente abre la puerta a otros síntomas y enfermedades: cardiovasculares, cáncer, Alzheimer, Parkinson, esclerosis múltiple, diabetes, candidiasis y muchos otros trastornos recurrentes de la salud para los cuales los afectados no encuentran la respuesta adecuada en el ámbito sanitario público.