"Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se
dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente malo, y no se puede
admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que
quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos,
inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus
propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y
cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el
cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto
mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo
comunista". (Encíclica Divini Redemptoris)