Un
imbécil es alguien que molesta haciendo y/o diciendo tonterías. Una
persona poco inteligente, alguien a quien de ningún modo se le puede dar
a conducir algo, porque invariablemente lo va a estropear. Nunca tendrá
menos pericia dirigencial, que cuando lo dirijan imbéciles.
En
los ‘70, cuando eran jóvenes, leyeron 5 libros y se sintieron
semidioses. Trajeron la violencia a un país que no sabía demasiado
acerca de vivir en permanente estado de beligerancia interna.
Trajeron bombas, asesinatos y secuestros extorsivos. Trajeron la barbarie con un endeble y cambiante discurso político detrás. Y
pretendieron que un pueblo de gente tranquila y trabajadora, gente
amante de la familia y de la amistad, gente con problemas pero
civilizada, debiera adscribir a su demencial propuesta.
35
años después retornaron, ya viejos, y tuvieron la astucia de hacerse
con el poder. Otra vez exhibieron un discurso endeble y cambiante, pero
continuaron enamorados de la violencia. Se pelearon con todos, se
burlaron de todos, desafiaron a todos. Tuvieron una etiqueta despectiva
para cada uno de los que pensaban distinto a ellos. Consiguieron dividir
y subdividir a la sociedad como nadie lo había hecho antes. Y se
pasaron una década destilando e inoculando el veneno de su odio.
Le
liberaron calles, plazas y rutas a los criminales, y dijeron que la
violencia y el crimen eran, apenas, sensaciones. Hablaron de garantismo y
usaron los derechos humanos para terminar haciendo que el decente fuera
culpable de la criminalidad de los asesinos.
Demostraron
una ignorancia supina para el asunto de gobernar una nación, y
terminaron tratando de llevarse por delante a la república, para
instaurar un régimen corrupto desde la piel al tuétano, donde gobernaron
mediante los más absurdos y vulgares personajes que la historia
recuerde.
Los
soberbios imbéciles nos convirtieron el país en un sitio verdaderamente
de mierda, y hay que decirlo con claridad. Nos volvieron la letrina del
mundo. Damos vergüenza.
Si
hacemos un balance de los últimos 50 años de esta Argentina, las dos
décadas más violentas y siniestras las protagonizaron los mismos
imbéciles.
Porque,
de jóvenes, cuando eran imberbes, la soberbia de creerse superiores al
resto los llevó al desastre, y porque cuando regresaron mostraron que el
tiempo les pasó en vano. Porque no habían aprendido absolutamente nada.
No
sé hasta cuando la Argentina deberá soportar la desgracia de padecer a
estos tipos siniestros. No tengo idea. No consigo comprender cómo es
posible que haya alguien que vaya y los vote, honestamente, me resulta
inverosímil. No sé tampoco cómo terminará este asunto de los imbéciles
con poder. Supongo, igual que usted, que esto terminará inevitablemente
mal.
Lo
único que sí sé es que, de la forma en que ellos lo plantean, es
absolutamente imposible vivir en paz. Es genuinamente utópico pensar en
algo diferente al caos generalizado, porque esa es su naturaleza, así es
como ellos son, y esas son las aguas que mejor navegan.
Aman la crispación y la pelea. Son profesionales de la exasperación.
Llevan
todo al límite de quiebre; desde la convivencia, a la ley; desde la
política más básica y elemental, a las relaciones internacionales.
Rompen todo; son elefantes ciegos corriendo dentro del Emporio de la
Loza...
Improvisados, vulgares, mentirosos, inexpertos, absurdos, bárbaros, engreídos......Imbéciles.
Uno
se sigue preguntando si verdaderamente hacía falta tener que pasar por
esto, para aprender cuales son todas las cosas que no se deben hacer.
Nunca
menos respeto, nunca menos diálogo, nunca menos humildad, nunca menos
tolerancia, nunca menos capacidad, nunca menos unión, nunca menos
ejemplo, nunca menos pericia, nunca menos legalidad, nunca menos
equilibrio, nunca menos verdad, nunca menos educación, nunca menos
solidaridad, nunca menos justicia, nunca menos país.
La verdad es que nunca fuimos menos que esto.
Fabian Ferrante