Debate sobre el aborto: la trampa democrática – Augusto TorchSon


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Una vez más, ante la propuesta de desepenalización del aborto en Argentina, surgen los defensores democráticos de la vida, pretendiendo hacer sentir el peso de su número” para que así los legisladores escuchen su reclamo a la hora de debatir la aprobación del infanticidio.


  La mayoría de votos o de opiniones, nunca pueden suplantar a la verdad ni legitimar un mal, por lo que la lógica democrática conlleva inevitablemente a la incondicional aceptación de lo decidido parlamentariamente ya que la ley, según la concepción democrática, se puede discutir, se puede revisar, pero nunca se debe desobedecer.


  Ateniéndonos a esa lógica es como hoy aceptamos el adoctrinamiento en las escuelas en la ideología de género desde la más tierna infancia, trastocando no sólo la realidad biológica y el orden natural, sino también, impulsando a la promiscuidad a los niños a los cuales se pretende educar en una vida sexual “responsable”, preocupándonos de que nuestros hijos eviten embarazos indeseados, o el contagio de enfermedades de transmisión sexual sin importar que preservando su salud condenen su alma con estas conductas.


  El tiempo en el que los gobernantes pensaban en el bien supremo de sus gobernados, es decir, de la salvación de sus almas, fue aquél en el que florecieron las más excelsas virtudes sociales ya que no se necesitaban campañas que promuevan e impongan “igualitarismo”, “derechos humanos”, “tolerancia” y “no discriminación”, para entender que la colaboración mutua y el respeto a las tradiciones de nuestros padres, y por sobre todas las cosas, la fe; eran lo que conducía a las naciones a la grandeza, y hasta forjaban grandes y santos imperios. Y es que cuando se trata de igualar y hermanar pero desconociendo la filiación divina, cuando se pretenden derechos humanos desconociendo primeramente los de Dios, cuando se toleran todas las opiniones por más perversas y erradas que éstas sean y evitando discriminar sin permitir al intelecto que jerarquice, discierna y distinga el bien del mal; estas actitudes necesariamente conducen a las más espantosas conductas que hoy la ONU en el mundo entero promueve en nombre de la defensa de las "libertades individuales" que siempre van en detrimento del bien común.


  Mientras se siga creyendo que es más importante el “dialogo”, por encima de la verdad (como lo hace descaradamente el obispo de Roma, Bergoglio), el debate por sobre el rechazo y la resistencia lisa y llana de lo perverso y satánico como lo es el aborto, mientras se siga pensando que solo es cuestión de “castigar a los políticos con el voto” cuando incumplan sus deberes (cosa que naturalmente hacen siempre mientras se enriquecen a costa del pueblo sufragante); no vamos a dudar en abandonar nuestra fe cuando el gobierno nos los exija legalmente, cosa que no está lejos de suceder nuevamente y de hecho sucedió no hace mucho tiempo. Padecido por los católicos mejicanos en la década del 20' del siglo pasado, éstos no pensaron en juntar firmas o realizar campañas mediáticas para sumar “opiniones”, sino que primero actuaron con boicots más efectivos que la simple búsqueda de una opinión mayoritaria llegando hasta a la desobediencia civil; y posteriormente, ante el agravamiento de las restricciones a la práctica de la fe Católica, Apostólica y Romana, así como el asesinato de fieles y clérigos, estos verdaderos guerreros de Cristo Rey actuaron con la violencia necesaria, organizándose y armándose para repeler la guerra satánica del gobierno masónico de Plutarco Elías Calles contra nuestra fe; y a diferencia de la época de las Cruzadas, donde las mismas eran apoyadas y hasta financiadas por la Iglesia con el Papa a la cabeza; en dicha oportunidad, al igual que ahora, siguiendo las posturas democráticas que venían haciendo estragos en la Iglesia, Pio XI los instaba a tener una postura “conciliadora” con los demonios judeomasónicos, que terminó en la orden a los Cristeros por parte del Pontífice de deponer las armas, directiva que implicó el exterminio de los mismos así como la imposición de leyes anticatólicas que perduran hasta el presente, como la entronización de gobiernos masónicos ininterrumpidos hasta nuestros días.


  Nuestra fe se extingue. Sabemos por promesa divina que las puertas del Infierno no prevalecerán, pero también nos advierten las Sagradas Escrituras que en los últimos tiempos nuestra fe parecerá casi desaparecer por completo: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre, por ventura, ¿hallará fe sobre la tierra?” (Lc. 18,8). No estamos lejos de esos presagiados tiempos.


 
El relato Bíblico nos demuestra que los Macabeos entendieron que debían resistir a la autoridad inicua. Apelando al apego a las prescripciones religiosas, Antíoco Epifanes atacaba al pueblo de Dios en sábado en el cual éstos en principio no reaccionaban para no profanar el día santo. Entonces Matatías dijo a su gente: “Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra”. Por lo que dijeron: “Hagamos frente a todo el que venga a atacarnos en día sábado, para no morir como nuestros hermanos en sus refugios”. (1 Mac 2, 29-41). Hoy en nombre del respeto a la democracia, no solo se acepta tratar el asesinato de no natos, sino que se acepta la imposición de leyes que disuelven a la familia, se pervierte a nuestros jóvenes, se destruye a nuestras patrias y se ataca directamente a nuestra fe. Si el gobierno y la jerarquía eclesiástica pretenden conducirnos al matadero en nombre de la no violencia, el diálogo y el consenso; resistámonos como lo hicieron los Macabeos, los Cruzados con los islamitas y los Cristeros contra el gobierno masónico, sin incurrir en el error de estos últimos que, engañados en su buena fe, se los hizo perecer por obediencia y respeto al (des)orden establecido.


Augusto.

http://www.ncsanjuanbautista.com.ar/2018/03/debate-sobre-el-aborto-la-trampa.html