Las mentalidades
Otro riesgo frecuente de las organizaciones sindicales reside en la mentalidad o espíritu que las anima. Históricamente, el sindicato surge con un espíritu claramente reivindicador, pues se trataba de obtener que el sector del capital renunciara o cediera en aquello que correspondía legítimamente a los obreros pero que, por obra del liberalismo, el capital había guardado para sí.
En la actualidad, las circunstancias han cambiado muchi, pero la mentalidad de mera reivindicación sigue muy arraigada, cuando debiera ceder el paso a un espíritu de participación del sector obrero junto a los demás organismos económicos, para la conducción de la economía nacional. Ya no es cuestión de arrancar al patrón lo que éste tiene en más, sino de colaborar y compartir responsabilidades con él para beneficiarse más en conjunto. Lamentablemente, el espíritu de reivindicación se ve alimentado sistemáticamente por el marxismo, ya que por su intermedio se instaura en el lenguaje y las costumbres la dialéctica práctica de la lucha de clases. Basta examinar el vocabulario y los slogans más usuales para reconocerlo fácilmente.
Tampoco debe caracterizar al sindicalismo la mentalidad capitalista que autores como Messner denuncian en las organizaciones europeas. Este caso se da cuando el sindicato y su poder financiero se erigen en un fin en sí mismo, en lugar de ser un medio para el progreso y prosperidad de la clase obrera. Que tenga banco o entes financieros u organice cadenas de almacenes, etc., no es ilegítimo y aún más, puede ser muy conveniente según las circunstancias. El mal radica en que estas actividades se instrumenten en beneficio del poderío económico del sindicato o de fines políticos particulares, pues con ello se deforma su función originaria y se incrementa la venalidad de los dirigentes.