2. SIMILITUDES Y DIFERENCIAS ENTRE GRUPOS DE CRIMINALES ORGANIZADOS Y GRUPOS TERRORISTAS
Los grupos terroristas y los criminales organizados han aprovechado mejor los contextos de la violencia armada actual para desarrollar mayores capacidades y movilizar recursos e ideas a nivel internacional que el resto de los ANEV. Supuestamente, uno de los escollos para analizar la evolución de la naturaleza de las relaciones de cooperación entre grupos de criminales y grupos terroristas es la falta de consenso a la hora de definir terrorismo y criminalidad organizada, la naturaleza de sus objetivos y actividades, y determinar cuándo adquieren una dimensión internacional, especialmente porque son dos fenómenos en constante evolución, que se presentan de manera multiforme 6. Pero aproximaciones más prácticas a ambos fenómenos ponen el foco en las características de las organizaciones que desarrollan este tipo de actividades, lo cual resulta útil a la hora de identificar similitudes y diferencias entre los dos tipos de ANEV.
En el caso del terrorismo, la mayor parte de los estudios se han caracterizado por adoptar como ejes centrales de sus análisis la necesidad de desarrollar un significado comúnmente aceptado del vocablo «terrorismo», concibiéndolo como un objetivo en sí mismo asociado con actores no estatales, y no como una estrategia o una práctica, descartando así que pueda ser parte de las agendas de seguridad de los gobiernos. A partir de estas premisas, los dos grandes pilares de los programas de investigación consisten en identificar las causas del terrorismo y hallar las mejores estrategias y procedimientos para luchar contra él.
El interés por definir el concepto de terrorismo se ha incrementado después de los atentados del 11 de septiembre, debido al nacimiento de grupos derivados, escindidos o auspiciados por la organización Al Qaeda, el auge del autodenominado Estado Islámico de Iraq y el Levante (EIIL) y la proliferación de grupos e individuos simpatizantes de este último, que afirman seguir su ideario y estar dispuestos a cometer actos de terrorismo en su nombre en distintas zonas geográficas. También se han multiplicado los recursos y esfuerzos para llevar a cabo análisis que expliquen este fenómeno, denominado terrorismo global, y así emprender el diseño de nuevas políticas anti-terroristas. Este terrorismo global y, en concreto, el que desarrolla el EIIL, como señala Andrea Martini, desafía las fronteras establecidas por las potencias occidentales, pretende reconfigurar las relaciones hegemónicas a nivel mundial y desarrollar su proyecto político en los Estados en los que ha conseguido establecerse. Además, la doctrina subraya el carácter bárbaro y criminal del terrorismo global, acusándolo de irracional y enajenado y, en consecuencia, despolitizándolo, a pesar del desafío que representa para el sistema internacional y, también, para su tratamiento científico. De ahí que, últimamente, los factores psicosociales que llevan al fanatismo y a la radicalización religiosa hayan presidido los análisis sobre el terrorismo yihadista, también denominado terrorismo global. Por ello, las relaciones entre los grupos de terroristas que practican este terrorismo global con el crimen organizado son el objeto principal de este estudio.
Entre los estudiosos pertenecientes a las escuelas mayoritarias, algunas de las corrientes realistas abogan por un tratamiento militar de esta amenaza, mientras que los institucionalistas liberales se inclinan por un tratamiento centrado en la cooperación y el Derecho internacional, pero ambas escuelas otorgan al terrorismo una existencia objetiva sin dejar espacio para reflexionar sobre la evolución histórica de este fenómeno o el proceso social mediante el cual se ha construido su identidad y comportamiento, además de la amenaza que representa. Sin embargo, el interés académico por desarrollar una definición de terrorismo no ha sido correspondido por los Estados, que sí han adoptado tratados para prohibir determinadas prácticas de terrorismo y luchar contra su financiación, pero sin llegar a una definición consensuada. Incluso el calificativo de internacional también ha estado sujeto a diversas opiniones, aunque en la gran mayoría de los casos hace alusión a los objetivos y estrategias que diseñan los grupos terroristas con vocación internacional, y el carácter geográfico extensivo de sus estructuras organizativas y las distintas
redes que desarrollan los actos de violencia bajo esa unidad jerárquica.
El desacuerdo sobre qué tipo de violencia política puede llegar a denominarse terrorismo ha propiciado un programa de investigación específico dentro de los estudios críticos de seguridad, denominado estudios críticos sobre terrorismo, que contrarresta la visión de la corriente mayoritaria y ortodoxa de los estudios sobre terrorismo. Según los estudios críticos sobre terrorismo, si se obvia que el terrorismo se enmarca en un cálculo racional de ganancias-beneficios derivado de una elección política, difícilmente puede afrontarse el análisis de las acciones terroristas que estratégicamente desarrollan los grupos de criminales organizados o los procesos de cooperación que acuerdan ambos ANEV.
Por lo que respecta al crimen organizado, el acotamiento de este concepto y de otros como organización criminal, criminalidad organizada, delincuencia organizada o asociación ilícita no es tarea fácil y, tampoco, propensa a obtener un consenso internacional dada la versatilidad, heterogeneidad de los componentes de estos grupos y la pluralidad de sus actuaciones. Por ello, la Convención de Palermo sobre Delincuencia Organizada Transnacional de 2000 solo pretendió definir el crimen organizado a través de parámetros identificadores, capaces de conseguir estándares legislativos entre los Estados firmantes, con la finalidad de reforzar la cooperación en la lucha contra este fenómeno. Los Estados han tenido en cuenta estos criterios en
sus legislaciones penales para poder castigar a estos grupos. Casi siempre se trata de actos criminales de una naturaleza violenta grave, que se cometen para obtener un beneficio económico, sin mayores aspiraciones políticas, aunque necesiten corromper a funcionarios y a la clase política para que estos les faciliten la consecución de sus objetivos. Sus actividades las desarrollan individuos que obedecen las órdenes de una organización jerárquica cuya membresía, debido a la ilegalidad de las actividades que desarrolla, es restringida y fundamentalmente basada en la confianza étnica, familiar o geográfica. Desde los años ochenta se ha identificado un nuevo tipo de criminalidad organizada, denominada transnacional, que explota las oportunidades que le ofrece la liberalización de los mercados y obtiene ventajas de las dificultades que existen para controlar las transacciones financieras en las que participa. Una criminalidad capaz de superar las restricciones geográficas y desarrollar lazos extra-nacionales con grupos similares, gracias a los avances en las tecnologías de la comunicación y la información. Además, han realizado cambios sus estructuras orgánicas, internacionalizándolas e incrementando su tamaño y el volumen de sus negocios, a través de nuevas rutas. En consecuencia, tienen mayores capacidades para retar a los Estados y operar a escala, y no necesitan grandes acumulaciones de poder y recursos ligados a un territorio, aunque sean capaces de emplazar a sus miembros en distintos territorios, aprovechando los flujos migratorios.
Independientemente de las disensiones a la hora de definir terrorismo y crimen organizado, si tomamos como parámetro el comportamiento terrorista y el criminal podemos identificar los elementos que estos grupos tienen en común, y que han facilitado sus relaciones de cooperación a lo largo de la historia; relaciones que se han ido adaptando y transformando de acuerdo con la evolución del sistema internacional y los cambios en la naturaleza de sus actores. En los dos casos, nos encontramos con actores racionales capaces de identificar las ventajas de la cooperación para la comisión de actos criminales, que causan impacto tanto en las sociedades nacionales que las sufren, como en la sociedad internacional en su conjunto. No siguen indicaciones de ningún gobierno, ni actúan en beneficio de ellos, por lo que la autonomía e independencia se convierten en sus atributos aunque, en ocasiones, hayan obtenido patrocinio de los Estados. Además, su uso de la violencia física o psicológica los sitúa al margen de los códigos éticos y legales, lo que condiciona sus relaciones con otros actores estatales y no estatales que actúan dentro de la legalidad 24. Por ello muchos Estados han tipificado como delito tanto las actividades que desarrollan como la membresía en ambos grupos. Igualmente han sido objeto de tratados internacionales que combaten sus prácticas y también de decisiones de órganos de organizaciones internacionales que, en el caso del terrorismo, han llegado a identificar a grupos y a decretar sanciones contra sus miembros. De cualquier manera, ambos grupos se adaptan bien a las nuevas circunstancias, tienen capacidad de innovación y representan una amenaza asimétrica compleja para los Estados. En ausencia de las autoridades del Estado pueden ofrecer servicios sociales a la población de los espacios geográficos en los que operan.
Thomas Sanderson identifica otro grupo de características de tipo operativo que también contribuyen a la cooperación de ambos ANEV. En primer lugar, necesitan una serie de recursos comunes, como identificaciones falsas, documentos de viajes, redes de transporte, capacidad de reacción y planes de supervivencia. En segundo lugar, usan la violencia extrema o la amenaza de respuesta violenta, y las actividades criminales que más comparten son los secuestros, los asesinatos y la extorsión. Por último, los miembros no suelen dejar estas organizaciones, y si lo hacen sufren represalias violentas, aunque, en los últimos estudios de casos, se ha demostrado el traspaso de individuos que actuaban en redes criminales pequeñas a grupos terroristas de ideario islamista y el incremento de la actividad criminal de los miembros de grupos relacionados con Al Qaeda en la zona del Sahel o el EIIL
en Siria e Iraq.
También existen diferencias entre ambos ANEV, lo que justifica que tanto Estados como organizaciones internacionales tradicionalmente los traten como amenazas separadas. Según Liz Campbell, el crimen organizado se analiza de manera estructural o sustantiva, al estar motivado por la acumulación de riqueza. Estas organizaciones se comportan como empresas ilegales y aprovechan las rutas, contactos, recursos humanos e infraestructuras con las que cuentan para incrementar y diversificar el catálogo de productos con los que trafican y su cartera de clientes. Sus relaciones con las autoridades se basan en evadirse de su control o controlarlas, y la corrupción de los funcionarios puede favorecer sus actividades criminales, pero ello no significa que intenten manejar el poder con una finalidad política. Por el contrario, los grupos terroristas llevan a cabo actividades violentas por motivaciones ideológicas, políticas o religiosas, que pretenden generar miedo
entre la población y causar daños, con el fin de cambiar las decisiones y acciones de los gobiernos. Llegados a este punto, apoyándonos en los elementos comunes que presentan ambos fenómenos cabría preguntarse cuáles han sido los factores que están contribuyendo a activar procesos de colaboración entre grupos criminales y terroristas, y si estos factores han sufrido cambios en periodos recientes del sistema internacional, afectando a los modelos tradicionales de cooperación.
https://contraterrorismoncngnp.wordpress.com/2020/08/20/1310/