V.-
Su obra “Concepción católica de la política”, comienza con una
afirmación fundamental, que es un eco del Evangelio: la política debe servir
al hombre. Sin embargo, en nuestros días y no sólo entre nosotros, esa
política, como señala Ionesco, “se ha convertido en el medio más eficaz para
envenenar, desorganizar, enloquecer, volver la vida totalmente imposible”.
Como la política es una realidad práctica, necesita un fundamento
teórico, porque el obrar del hombre se apoya en el ser del hombre. Por eso, es
necesario partir de un verdadero concepto de hombre, cuya naturaleza
peculiar tiene necesidades materiales, morales, intelectuales y espirituales.
Porque si se renuncia a la indagación ontológica que permita discernir los
principios políticos requeridos por esa específica naturaleza, como tantas
veces sucede hoy, “la inteligencia desviada de su objeto propio, que es la
consideración del ser, se mueve vertiginosamente en el vacío, para encontrar
una infinidad de entes absolutos que fabrica el hombre y se llaman Estado,
Derecho, Pueblo, Soberanía, Democracia, Libertad, Ciencia, Humanidad,
etcétera”.
Este vacío, y los ídolos en cuyo seno prosperan, nos sumergen en esta
política inhumana que padecemos, que envenena y enloquece al hombre, y
desorganiza su convivencia. Por eso urge recuperar esa indagación ontológica
que nos permita establecer las bases para restaurar una política humana.
Pero Meinvielle, como pensador político cristiano consecuente, reclama
más: una política cristiana, conforme a la vida sobrenatural, que trasciende
todas las exigencias de la naturaleza creada. La gracia eleva a su plenitud a
la naturaleza, sin destruirla, como en el mundo vegetal el injerto enriquece y
transforma a la planta base injertada.
El hombre cristiano es una “nueva creatura”, una unidad que se
proyecta en el ámbito de la familia, de la educación, de la cultura, del arte, del
derecho, de la medicina, de la economía, de la empresa, de la política,
etcétera.
El libro citado se desarrolla en cuatro capítulos: naturaleza de la
política, el problema de la soberanía, estructura social-estadual de la vida
política y funciones de la autoridad.
VI.-
La política se ocupa de objetos de conocimiento que son “operables”.
Tiene elementos técnicos, “factibles”, pero en lo fundamental pertenece a la
esfera de lo “agible”, pues es “una realidad moral que no puede evadirse del
campo de lo bueno y de lo malo”, regida en primer lugar, por los primeros
principios prácticos que conocemos a través de la sindéresis, en segundo
lugar, por la ética, a quien compete el juicio universal acerca de las acciones
morales, y en tercer lugar, por la prudencia política que elige, en el aquí y en
el ahora, todo lo necesario para alcanzar el bien humano mediante la vida
virtuosa.
Pero, como enseña Meinvielle, no debemos confundir la realidad
profundamente humana de la moral, con “un molde estrecho forjado de
antemano, con ‘una moralina… recetario de preceptos’, pues la moral
verdadera no se construye apriorísticamente, sino surge de la observación,
porque sólo ella nos puede enseñar cuáles son las auténticas inclinaciones del
hombre… para conocer lo que el hombre debe hacer o debe evitar,
estudiamos en qué medida una cosa corresponde al bien humano; y
precisamente si sostenemos que el orden político es una parte de la moral, es
porque no puede concebirse al hombre en la plenitud de sus inclinaciones o
exigencias naturales si no convive con otros en sociedad política”.