Religión, dislocación y política: el primer peronismo, entre el misticismo plebeyo y la iglesia peronista. (4° y última parte))



Conclusión 

La des- ritualización a la que progresivamente fue llevando el misticismo peronista no es en ningún sentido absoluta. Si algo han enseñado los etnólogos, es que el rito es un operador simbólico inherente a la dimensión humana. La «iconoclasia laica», expresión de James, de los sectores populares significaba la devaluación de diversos valores reverenciados por la sociedad instituida, pero necesariamente atraía otras expresiones rituales. Cualquier proceso de secularización, por más «anti- ritual» que se presente, deberá y necesitará recomponer bajo su lenguaje el mundo ritual. Ya lo demostró Durkheim hablando de la Revolución Francesa. En Argentina, a la Iglesia le preocupaba, y a muchos católicos les indignaba, la resignificación popular de lo religioso que se presentaba muy marcadamente en el culto a Eva Perón, y no que el peronismo hubiese sido prescindente de las tradiciones cristiana ya que, al contrario, se mostraba bastante propicio a incluir éstas en su acervo cultural y político. Mons. Buteler lo advirtió claramente en Mendoza en julio de 1952: las plegarias que se recen por la difunta esposa del Excelentísimo Señor Presidente debían seguir las formas católicas. Por lo que nos permite entender la documentación de la época, y más allá de proyectos individuales al respecto, la recomposición de lo religioso durante el primer gobierno peronista supuso una marcada desestructuración de la forma iglesia a partir de la formación de religiosidades sincréticas en las cuales las devociones procedentes de la religión católica eran combinadas con un culto emergente, aunque por demás difuso, de sacralización de determinados íconos del peronismo. La hipótesis que comprende el proceso como re- institucionalización bajo la forma «iglesia» no sólo desconoce que ésto fue más bien algo parcial o reducido a expresiones no dominantes, sino que además deberá esperarse décadas para que se cristalice un proyecto autónomo de «iglesia peronista». Semejante anacronismo no da cuenta de la historicidad rigurosa de los fenómenos implicados. Lo que sí puede demostrarse, y en este sentido los aportes sociológicos guardan una vigencia que el investigador no puede desechar, es la tendencia práctica que, más allá, repitamos, de las intencionalidades, asumió la forma de una religiosidad difusa, con ribetes emocionales, místicos e iconoclastas, ribetes desestructurantes de la religión instituida, a favor de la proliferación de creencias religiosas populares de origen diverso. Apenas derrocado Perón y proscripto el peronismo, esta «estructura de sentir» dará lugar a formas bastante desarticuladas pero no por ello menos importantes de resistencia popular. Pero ésta es otra historia. 

PERONISMO: LA MAYOR AMENAZA REVOLUCIONARIA DE ARGENTINA