SERGIO BERNI, CON LA SUTILEZA DE UN ELEFANTE EN UN BAZAR (PrisioneroEnArgentina.com)

 


por Claudio Kussman

En Argentina, nuevamente la disconformidad en las filas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, la más numerosa (90.000 efectivos) y difícil para un territorio más difícil y peligroso aún. Apenas pasaron cinco meses del anterior reclamo salarial, cuyo magro aumento rápidamente fue fagocitado por la inflación, producto del desmadre económico que desde hace décadas sobrelleva el país. En todo ese tiempo, esta institución, lamentablemente fue conducida por autoridades civiles o militares, que se limitaron a poner inadecuados parches ante la permanente emergencia de salarios, preparación y equipamiento.  Se llegó durante largo tiempo, al extremo de hacer la “vista gorda” en sucesivos gobiernos, para que la falta de elementos logísticos y bajos sueldos, fueran compensados a través de la “relación” con el juego clandestino y otras yerbas, aún más peligrosas. Así, las autoridades gubernamentales a los que el pueblo vitoreaba y votaba, engrosaron su patrimonio, quedándose con las partidas presupuestarias destinadas a la logística y los uniformados cargamos con todo el desprestigio y el repudio de la sociedad.  Hoy las falencias siguen vigentes, agregándose a las mismas la conducción de un ministro de seguridad narcisista como SERGIO BERNI, quien no tuvo mejor idea que amenazar a los reclamantes, con tiros, en caso de protesta, con “la suerte” de seguir impunemente en su cargo de privilegio.  De escuchar y dialogar con “su” gente, que es la única que se sacrifica y pone el cuerpo, NADA, porque BERNI escucha solo a BERNI y ama solo a BERNI llevado por su demencial ambición de poder sin límite. Hoy ese hombre-mujer-policía que a diario confronta con la delincuencia en la calle, no solo debe preocuparse y cuidarse de los disparos que le efectúen los maleantes, también tiene el riesgo que los mismos vengan del ministro que tendría que representarlos, apoyarlos y ayudarlos. Los azules, asimismo, deben cuidarse de aquellos otros que, por razones políticas están en contra de la actual administración y que ya no tienen las puertas de los cuarteles, para ir a golpearlas. Allí hay una trampa en la que, si caen, a la hora de pagar las consecuencias estarán absolutamente solos. ¿Acaso la sociedad en las manifestaciones de septiembre de 2020 se acercó a ellos y los acompaño en su vigilia? ¿Lo hace cuando sus efectivos caen abatidos o son gravemente heridos? ¿Se acercan a las viudas e hijos menores que dejan tras de sí? Los gobiernos en un tema tan delicado como la seguridad y su relación con la única fuerza, que separa a los buenos ciudadanos, de los depredadores, para que los primeros hagan una vida normal y en libertad, parecieran ser los provocadores dolosos de los “desacatos” que periódicamente se producen. Así hoy manifiestan burradas como: “las autoridades de la provincia de Buenos Aires son inflexibles y no aceptarán de ninguna manera cualquier tipo de “extorsión” por parte de los policías que se sumen a las acciones políticas organizadas por la oposición disfrazadas de supuestos reclamos salariales y mejores condiciones laborales. Policía que proteste, policía que será sumariado y que terminará despedido”. ¿extorsión?  ¿disfrazadas de supuestos reclamos salariales? Evidentemente el bienestar económico del que gozan, el estar “siempre bien comidos y bebidos”, y desestrezados por alguna joven “novia/o” extramatrimonial, hace que los dirigentes políticos, aparte de ciegos, sean sordos y por supuesto muy mal intencionados. Los policías deben tener presente lo que tanto en el 2011 como en el 2014 un maquiavélico y proxeneta miembro de la Corte Suprema llamado EUGENIO ZAFFARONI, alertando al gobierno expresara: “hay que repensar la estructura de poder de la Policía porque hoy estas fuerzas de seguridad son las que dan los golpes de Estado”También, que como nosotros los imputados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad en prisión hasta nuestra muerte, están y estarán absolutamente solos, porque no  los apoyaran, ni la sociedad, ni los medios de difusión y mucho menos la iglesia católica, cuyo culto en mayoría profesan.  


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