Relación entre Fe y Razón (Parte 5)

 

4. DE LO VISIBLE A LO INVISIBLE


Del análisis técnico de uno de los cuadros del Museo del Padro, incluso de uno sólo de sus fragmentos, podemos deducir no sólo la existencia del lienzo, los pigmentos, los pinceles, etc., sino también la existencia de un tal Velázquez que vivió en el siglo XVII en la corte de Felipe IV. Un montón de verdades incuestionables podemos alcanzar a partir de cualquier cosa o evento. Podemos conocer causas invisibles a partir de efectos visibles; podemos conocer efectos invisibles a partir de causas visibles. Se reían de Pasteur porque afirmaba la existencia de microbios, entonces casi invisibles, tan pequeñitos que parecían, a eminentes científicos, inofensivos. Luego, los sesudos sabios tuvieron que dar la razón a Pasteur, porque la tenía.

Parafraseando a Shakespeare, hay mucho más en el mundo sensible de lo que sueña el empirista; y mucho más en la subjetividad de lo que sueña el subjetivista; y mucha más relatividad en la creación de lo que lo que sueña el relativista: ¡todo es relativo! ¡Claro, que sí! Pero relativo ¿a qué? Evidentemente al Absoluto, porque si no hubiera Absoluto no cabría nada relativo en ninguna parte. Para que haya movimiento se requiere lo inmóvil; para que haya tiempo, se requiere lo eterno. Y así. Y todo esto es razonable y se ha razonado durante siglos y siglos. ¡Es que no somos capaces de imaginar el Absoluto, lo eterno y lo inmóvil! Pero bueno, ¿esto justifica negarlo, cuando nos topamos de bruces con ello?