ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO
En 1943, el jefe virtual del GOU no tenía otra fortuna que el sueldo de su grado militar y los pocos ahorros acumulados durante el curso de su carrera.
Sólo seis años después, con tres de ejercicio de la primera magistratura, reunió en su despacho a periodistas nacionales y extranjeros con el fin de que presenciaran su entrega al escribano general de gobierno de la Nación, de la declaración jurada de sus bienes, previa lectura de la misma.
Los bienes declarados, que a esa fecha poseía juntamente con su esposa, eran los siguientes:
1. Una quinta con casa habitación en San Vicente, Buenos Aires, con dieciocho hectáreas.
2. Un automóvil Packard;
3. Efectos personales.
4. Bienes testamentarios indivisos.
5. Establecimiento de campo en Sierra Cuadrada, Comodoro Rivadavia, con instalaciones y hacienda.
6. una bóveda en el cementerio de la Chacarita.
7. Un terreno en el pueblo de Roque Pérez, Buenos Aires.
Se declaró deudor, asimismo, del Banco Hipotecario Nacional por la suma de 50.000 pesos, de un gravamen sobre la casa quinta.
Una investigación posterior reveló que Perón poseía, solamente en el país, una cuantiosa fortuna. Además de los bienes denunciados seis años antes, continuaba como propietario de la finca de San Vicente, pero con mejoras por valor de 3.410.000 pesos. Poseía, además los siguientes inmuebles:
-Gelly y Obes 2287/89, de ocho pisos y terraza.
-Callao 1944, con igual cantidad de plantas y 17 departamentos.
-Teodoro García 2101, con tasación judicial de 545.000 pesos.
-Una finca en Casa Grande, Córdoba, con valuación fiscal de 160.000 pesos.
-Acciones del establecimiento Santa María del Monte, Buenos Aires, por tres millones de pesos, que Juan Duarte entregó a Héctos J. Díaz, presidente entonces del Banco de la Provincia de Buenos Aires, para ser depositadas con la manifestación de que "solo podía disponer de ellos Juan D. Perón".
-Acciones de la Territorial La Victoria S.A., del Uruguay, por 200.000 pesos oro uruguayo.
-Depósitos bancarios por 50.000 pesos.
-Tenía a su sola disposición y sin cargo de rendir cuentas, la suma de 5.623.707 pesos correspondientes a la ex Fundación.
Por otra parte, en sus diversas residencias se encontraron mil doscientos plaquetas de oro y plata, 756 objetos de platería y orfebrería, 650 alhajas, 144 piezas de marfil, 211 motocicletas y motonetas, diecinueve automóviles, un avión, dos lanchas, 394 objetos de arte, 430 armas antiguas y modernas, además de otros objetos valiosos.
El apoderado del ex mandatario manifestó que todos esos objetos provenían de obsequios, por Io que le pertenecían en forma legítima, pero —señala aquella decisión- no acreditó que ese enriquecimiento haya tenido una causa jurídica válida. Este fenómeno de las donaciones —agregase- es extraño a las tradiciones civiles y políticas de nuestro país. Ningún presidente argentino ha recibido jamás tal suma de regalos de valor. No bastaría para justificarlo invocar su popularidad pues también fueron indiscutiblemente populares Mitre, Sarmiento, Sáenz Peña e Yrigoyen, y todos ellos dejaron el poder más pobres que en el momento de asumirlo.
La explicación de esa cantidad de donaciones reconoce otros motivos, y se basa en la enorme suma de poder que acumuló, aniquilando los derechos y garantías de la Constitución y suprimiendo el orden jurídico. Cuando esto llega a ocurrir en el país los ciudadanos no disponen de derechos sino de concesiones de la autoridad, complaciéndose al poderoso con "donaciones" o con expresivas muestras de lealtad, así se organizaban por agentes vinculados al gobierno, colectas de fondos para regalos al ex mandatario o su esposa, como también adhesiones a su política y a su persona.
Es cierto que fueron donaciones, pero tuvieron una causa ilícita y, por Io mismo, ningún título legítimo puede fundarse con respecto a las cosas así adquiridas.
Con ser muchos los bienes que Perón poseía en nuestro país, presumiblemente no alcanzan ni remotamente a los que dispone en el exterior.