La comunidad organizada peronista: La falsa Ciudad de Dios (3)

"La obsecuencia es un mérito para Perón"


En lo que respecta al Partido único en el culto a la personalidad de quien le daba nombre, se acentuó paulatinamente. En 1948 tuvo lugar el nacimiento de la fuerza política denominada con el apellido del Presidente: Peronista, a pesar de que la resolución que le dio origen chocaba con terminantes disposiciones legales que lo prohibían.

Desde que poco después se autorizó la afiliación de los empleados públicos a las agrupaciones cívicas, la exigencia de pertenecer a aquél para logar trabajo o permanecer en él -con los aporte monetarios correspondientes-  fue la norma habitual; lo cual, con la ampliación de las actividades del Estado, sirvió para abarcar a casi todos los campos de acción laboral.

De las restricciones de derechos que entorpecieron la tarea de los Partidos opositores se tratará en el siguiente capítulo.

En lo que respecta al Partido oficialista -cabría más propiamente calificarlo de oficial, como que su jefatura nominal, además de lo dicho, era ejercida por el Vicepresidente de la República- , de acuerdo al artículo 8° de su reglamento interno, el general Perón tenía derecho a vetar a los candidatos que la agrupación propusiera. En consecuencia, era quien verdaderamente designaba a las personas que ocupaban las funciones de importancia, no sólo en el Gobierno Nacional sino además en las Provincias, cuyos Gobernadores estaban subordinados. En cuanto a los dirigentes gremiales, resulta elocuente lo manifestado por el presidente del bloque peronista de Diputados durante su primer período, Eduardo Colom: "Los sindicatos no eligieron libremente en época de Perón, y menos la Confederación General del Trabajo, que Perón manejaba". 

Confirma lo expuesto el propio presidente de la Cámara de Diputados de la Nación en los primeros tiempos del régimen -obviamente, personaje del oficialismo-, doctor Ricardo Guardo:

"Perón nunca dejó que se crearan personalidades políticas, y por lo tanto, por una cosa o por la otra iban cayendo en el camino, como Mercante: cuanto más se destacaban las figuras, más verticalmente caían frente a Perón y frente al peronismo". 

El presidente no deseaba a su lado hombres con relieve, sino incondicionales que cumpliesen sus directivas. El ya citado Colom, tan vinculado a su encumbramiento y a su doctrina, confesaba rotundamente: 

"Perón indiscutiblemente, hay que reconocer, es ególatra"; 

y algo más, que completa la descripción: 

"Para Perón es un mérito la obsecuencia: el hombre que cumplía sus directivas, sigue adelante".

Un aporte final en este aspecto proviene d alguien tan estrechamente ligado a aquél como lo fue su sobrino y edecán, el mayor Ignacio Calcietta, el cual me relevó su conclusión:

"Perón nunca tuvo hombres de confianza; era tremendamente frío en la conducción y no lo engañaba nadie, así como se mostraba apasionadamente en el contacto con los hombres, afable y cariñoso cuando debía. Yo lo conocí muy bien. Perón se movió siempre tratando de que no hubiese nadie que tuviera fuerza debajo de él; cuando aparecía alguno, lo podaba...".

Este conjunto de opiniones coincidentes, provenientes de su entorno más estrecho, tendrá una manifestación mayor durante su segundo Gobierno, como habrá oportunidad de comprobarse.

De lo expuesto surge la integralidad del peronismo exigía una adhesión incondicional. Satisfecho de su poderío, en 1950, durante una reunión de Gobernadores, el general Perón afirmaba, exigente:

"Actualmente para un ciudadano argentino ser peronista debe ser un orgullo. Debemos grabar estos sentimientos y nuestras ideas en los niños, en los jóvenes, en las mujeres, en los hombres, y en todos los elementos que actúan dentro de nuestro país".

Y la subsiguiente amenaza dirigida a los opositores:

"No se concebiría en la Argentina Peronista, puesta bajo nuestra custodia y nuestro Gobierno, que nadie, absolutamente nadie, pueda levantarse contra el sentir mayoritario de la Nación; y aquel que lo haga, sufrirá las consecuencias de su acción...".