Los elementos religiosos del peronismo (13a. parte): "Perón es nuestro sol, es el agua, es el aire; Perón es la vida..."


"Perón es nuestro sol, es el agua, es el aire; Perón es la vida..."



El simple ejercicio de intercambiar el nombre de Perón por el de Dios deja conformada en muchas expresiones políticas una oración cristiana de las que abundan en cualquier devocionario popular. El mismo aire de oración que trasunta esta devota referencia a Evita por parte de una de sus seguidoras más fieles:

"Eva Perón bendita es y será por todos los pueblos y madres agradecidas del mundo, por los siglos de los siglos".

En el mismo sentido, Evita se observa a sí misma en un proceso análogo al de la santidad, donde muere el "hombre viejo" en la medida en que se va identificando con la persona divina en la cristoconformación del "hombre nuevo":

"Es que -lo reconozco- yo he dejado de existir en mi misma y es él quien vive en mi alma, dueño de todas mis palabras y de todos mis sentimientos, señor absoluto de mi corazón y de mi vida".

En Evita se da en plenitud el componente emotivo que es característico del liderazgo carismático. Para Evita, Perón no sólo es un genio político o un redentor social superior a Napoleón o a Marx. Perón simplemente está revestido del atributo de la perfección que es propia de un ser divino. No se trataba de una hipérbole, sino de las estrictas palabras textualmente expresadas por boca de su cónyuge: Perón es perfecto.

"Perón, para mí, que lo he analizado profundamente, es perfecto".

Como pudo verificarse antes que ocurría con la seducción. este culto personalista tampoco estaba reservado, como podría pensarse, a personas de pocas luces y limitada instrucción, sino que abarcaba todos los estratos sociales y culturales, del mismo modo que ocurrió en Alemania con Hitler.

Durante un campamento de jóvenes en el norte del país, el ministro Oscar Ivanissevich saludaría al Sol en una suerte de rito pagano inclinándose reverentemente en dirección a la capital de la república, sede del poder sagrado.

En los cultos imperiales se ha vinculado al Sol con la persona de un rey divinizado. Entre los romanos la adoración monoteísta del Sol correspondía sólo al poder del emperador y le confería un aura divina. El 25 de diciembre en todo el imperio romano se celebra el Natalis Solis con el fin de unir a todas las personas y mantener la unidad moral y religiosa del imperio. Hasta que Constantino abandonó el culto solar por razones puramente políticas, esta forma particular de religión estatal fue uno de los factores más poderosos de consolidación del culto imperial. En el Cristianismo se compara al Redentor con el Sol de Justicia, que brilla sobre justos y pecadores. El Sol ha sido desde siempre un símbolo asociado a los valores patrióticos, también entre nosotros. En el símbolo solar aparece una referencia al culto a la primavera y al eterno renacer de la naturaleza que arraiga en las antiguas tradiciones del mes de mayo europeo. Una muestra de hasta dónde podía llegar la desmesura la proporciona la identificación del líder con una totalidad cósmica de vago sentido panteísta, en la que está presente el símbolo mítico del Sol:


"Perón es nuestro sol, es el agua, es el aire; Perón es la vida..."