El mejor régimen político según Santo Tomás (4)


MONARQUÍA


Al definirla, se eleva de nuevo Santo Tomás a la región de la teoría pura. La monarquía "es el régimen en el que un solo hombre tiene una valía excelente y todos los demás están destinados por naturaleza a obedecerle".

He aquí el monarca ideal.

¿Ha existido tal rey en la historia? Nunca. Una sombra del monarca tomista se ha dado, tal vez, en alguna sociedad primitiva patriarcal, de corta extensión, donde haya surgido un hombre, verdaderamente excepcional por su poder, por su talento y por su virtud, cuya autoridad sea espontánea e internamente acatada por todo el pueblo.

El gobierno humano que más se acerca al rey ideal tomista es el padre de familia en relación con los hijos pequeños. Es superior a éstos en todo y gobierna con amor. Le hace rey del hogar la propia naturaleza. Los súbditos, los niños, por instinto reconocen y acatan la soberanía paterna, de que necesitan; y le conceden al padre lo que Santo Tomás pide para el rey: poder, talento, ciencia, virtud y, sobre todo, amor.

Filosóficamente hablando, el rey es garantía de unidad porque es más uno. En el gobierno aristocrático, de varios, cabe división. Y a fortiori en la democracia. Y si la causa es más una, ofrece en sí mayor potencia unificadora sobre la comunidad que dirige. Entra en las cualidades del perfecto monarca hipotético la de saber comunicar al pueblo con eficacia ese principio unificador que en él existe.

La teología nos presta de nuevo ideas para aclarar por analogía el concepto filosófico del Rey metafísicamente ideal.

Cristo, Rex gloriae, es el tipo ideal del gobernante uno y unificador, elevado a una perfección sublime que nunca pudo sospechar la razón humana.

Cristo es infinitamente superior en todo a sus súbditos; les transmite con perfección su propia vida; les unifica en la verdad y en el amor. Unificación incoada en este mundo en la vida interna de la Iglesia: Solliciti servare unitatern Spiritus in vinculo pacis (Eph. 4, 3). La unidad que Cristo produce en la tierra no es pura unidad moral. La gracia es una cualidad; no es una mera relación.

La unidad suma a que podría llegar el monarca hipotético de Santo Tomás nunca pasaría de unidad moral. Pero ni tal monarca perfecto existió ni existirá nunca, ni, aunque existiera, gozaría de la virtud unificadora que la perfección de la hipótesis reclama. Y tanto menos eficaz será su acción directa y permanente cuanto más amplias y cultas sean las sociedades que gobierna.

Queda, empero, destacada, por lo dicho, una idea básica de todo orden social. La primera institución del "mejor régimen" es la institución, que garantice, defienda y conserve la unidad. El bien común pide una fuerte institución unificadora.