Evita: Amor y rencor sin límites

La comunidad organizada peronista: La falsa Ciudad de Dios (7)


"El viejo pajarón reblandecido del Vaticano"

En esta campaña de desprestigio hacia el patriciado argentino, tachado de explotador y colonialista, el general Perón contó con la muy eficaz colaboración de su esposa Eva Duarte, antigua actriz de cine y radio, la cual nunca pudo superar las amarguras de un pasado duro. La "compañera Evita", según se autodenominaba, volcó su favor hacia los humildes tanto como un visceral rencor hacia las clases altas; y en tono virulento declamaba una y otra vez con exagerada emotividad contra los elementos distinguidos de la sociedad, como por ejemplo en el discurso pronunciado el 23 de septiembre de 1947, en que incitaba a los trabajadores a no olvidar una situación supuestamente degradante:

"Ellos saben bien que antes del general Perón vivían en la esclavitud; y por sobre todas las cosas, habían perdido la esperanza de un futuro mejor. Que fue el general Perón que los rectificó, social, moral y espiritualmente. Y saben que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias, todavía no están derrotados; que desde sus guaridas asquerosas atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad..."

El embajador español don José María de Areilza, conde de Motrico, alude en sus memorias diplomáticas a la mujer del presidente argentino, que describe como de "carácter tenaz y refractario al olvido", puntualizando -con la imparcialidad de un observador extranjero- que "sus aborrecimientos eran implacables, y gustaba de hacerlos solidarios". En cierta ocasión, cuando la señora de Perón organizaba su viaje a Europa -durante el mismo año 47- aludió en el lenguaje descuidado que jamás abandonó, a alguna maniobra que creyó advertir en su contra, denunciándola a Areiliza:


"Son las señoras de la oligarquía porteña las que han metido manija para que el viejo pajarón reblandecido del Vaticano se asuste y diga que no me recibe".

Su acción pública, desarrollada desde un despacho situado en el edificio de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y luego al frente de la Fundación que llevó su nombre, estuvo constantemente matizada por sus arengas en actos políticos, donde Eva Duarte de Perón no dejaba de excitar el revanchismo popular.

"El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos. ¡Una vez más, mis queridos descamisados, uniéndonos al líder y conductor, reafirmamos que en la "nueva argentina" ya no hay lugar para el colonialismo económico, para la injusticia social ni para los traficantes de nuestra soberanía y nuestro porvenir".

Esta prédica machacona que alimentaban desde el presidente y su esposa hasta funcionarios y dirigentes del partido peronista, caía an terreno fértil y lograba fácilmente adeptos. Signos evidentes de que la clase alta criolla y sus socios extranjeros iban siendo desposeídos de sus recursos, lo daban una amplísima gama de propiedades que eran reinvindicadas por el Estado, por distinto tipo de desapoderamiento: revocación de concesiones, expropiaciones o intervenciones. Esta suerte corrieron, entre otras muchas instituciones, la Sociedad de Beneficencia, las Academias Nacionales, la estancia San Juan de la familia Pereyra Iraola, el Instituto Massone -su presidente se negaba a efectuar aportes para beneficio del régimen oficial-, la fábrica de golosinas Mu-Mu, los campos de deportes del Tennis Club Argentino y del Club Universitario...