Los elementos religiosos del peronismo (23°parte): Evita como "mediadora"


LA CANONIZACIÓN DE EVITA

Eva Perón encarna en su gravitante personalidad la expresión mítica más importante en la historia política argentina de nuestro siglo, superando en este aspecto incluso a su propio cónyuge.

La figura de Evita es harto conocida dentro y fuera de la Argentina, y su nombre es mencionado entre las grandes mujeres políticas del siglo, incluso en el nivel internacional. Oficialmente honrada con el título de Jefa Espiritual de la Nación el 7 de mayo de 1952 por ambas Cámaras, ella representó y encarna aún hoy, a unas cuantas décadas de distancia, las características de un verdadero mito político. Como su cónyuge, poseía un fuerte carisma -quizás en algunos aspectos superior al de él- que le permitía integrar una suerte de "comunión mística" con sus protegidos políticos: los "descamisados".

Sin duda existía entre ella y su público una cierta comunión física.

LA MEDIACIÓN

El mismo Perón se ha comparado a sí mismo -como una forma de santificar su propia estrategia política- con la figura del "Padre Eterno". que a todos bendice por igual. Evita cumplió una multiplicidad de funciones en el régimen, aunque se distingue como principal en ella la mediación entre el líder y las masas. Una actitud típicamente femenina y maternal consiste en interceder por sus hijos ante la autoridad del padre, consiguiéndoles beneficios. Es la misma función muchas veces asumidas por la figura de la reina ante los súbditos, como lo fue también la cumplida por Manuelita Rosas ante el Restaurador de las Leyes. En el ámbito sobrenatural, la Virgen María es la intercesora universal de todas las gracias de salvación para el íntegro género humano. Aunque Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, la teología católica admite una mediación secundaria en la Madre de Dios.

Si bien no ha habido aún una definición dogmática sobre el punto, según la teología, desde que María entró en la gloria del cielo está cooperando en que sean aplicadas a todos los hombres los frutos de la Redención, y existe un consenso en admitir que su cooperación intercesora tiene por objeto todas las gracias que se conceden a los hombres, Desde los primeros siglos de la cristiandad se encuentran testimonios que así lo acreditan y son unánimes al respecto el sentir y la práctica del pueblo cristiano a lo largo de su peregrinación terrena. Por su amor materno, María cuida a todos los hombres hasta que sean llevados a la patria feliz.

Por eso la Bienaventurada Virgen María es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.

Se ha señalado como rasgo singular del proceso político y social de la Argentina peronista, el papel -aún insuficientemente estudiado- de Eva Perón.

Una investigación relativamente reciente llama la atención sobre "el mito de la Madre" que representó Eva Perón durante la época que compartió el poder con su esposo. Para una multitud de hombres y especialmente de mujeres, ella cumplía el rol de la "intercesora", rompía las rigideces de la burocracia partidista y oficialista, y -según una arriesgada pero sugestiva tesis- como fenómeno psicosocial dicho rol implicaba una copia deliberada o inconsciente del Marianismo.



El vicepresidente Teisaire, al que una opinión bastante difundida le adjudica una pertenencia a la Masonería, había manifestado a Perón que no se preocupara por el conflicto con la Iglesia, puesto que en la Argentina, supuestamente nadie se sentía ligado al cura párroco y muchas personas habían reemplazado en sus hogares la imagen de la Virgen por retratos de Perón y Evita. La veneración de la imagen laica de Evita como competencia de la madre de Dios ha sido mencionada también en el milenarismo latinoamericano:

Esta moderna forma de idolatría consiste en que las masas, en lugar de venerar santas imágenes, adoran a un hombre de carne y hueso, su jefe político, el jefe por antonomasia (der Fuhrer, el caudillo), trasunto secularizado del San Salvador de otros siglos, remedo monstruoso de Cristo y Hércules. La competencia de Evita Perón con la Virgen María, en la devoción popular argentina, quizá sea el ejemplo más señalado del fenómeno aludido.

En el mundo precristiano existía ya el símbolo mítico de la doncella. En los mitos mesiánicos, la doncella, haciéndose eco de los deseos de Dios, ocupaba un lugar similar al que ostentaba la "Madre Tierra". La imagen de la Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de Guadalupe ha sido invocada con una signifación patriótica e incluso se la considera el emblema nacional mexicano. En un sentido analógico, se ha señalado también el antecedente de la diosa prehispánica indígena Tonatzin, como un culto nacional.

La tradición popular mariana hispanoamericana ha sido y es aún hoy un elemento de primer orden en la configuración de la religiosidad del subcontinente. Las imágenes de la Virgen María responden a una enorme variedad de advocaciones, reconocidas por el lugar donde se origina su culto de hiperdulía, precedidas por la expresión "Nuestra Señora". Tal es el caso de Nuestra Señora de Guadalupe. Evita -a quien el elenco oficial llamaba "La Señora"- era consciente de su rol intercesor. Cuando explica como le gustaría ser recordada en la historia argentina, traza esta figura:


"Hubo, al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertía en realidades".

En otro pasaje:

"Yo elegí ser 'Evita'... para que por mi intermedio el pueblo y sobre todo los trabajadores, encontrasen siempre el camino de su Líder".

Evita interpreta su propia mediación con el mismo sentido de flujo recíproco con el que es ejercida por la Virgen María.

"Pero, muchas veces, sin embargo, tengo que decir al pueblo cara a cara lo que le diría su Líder y, como consecuencia de eso, tengo también que hablar al Líder de lo que el pueblo quiere hacer llegar a sus oídos".

Al final de su vida, ya consumida por la enfermedad, se autodefiniría también en función mediadora como

"...un arco iris de amor entre el pueblo y Perón"

El arco iris es el símbolo frecuente de la alianza entre los cielos y la tierra, como lo fue también de María como mediadora: articular el afán humano de un mundo mejor. Se trata de la misma funcionalidad pontifical de los emperadores romanos que regresa una vez más bajo la peculiar forma de una singular personalidad política. La veneración de un personaje sagrado, mediante el culto a una imagen que lo representa, y la oración, constituyen elementos típicos del culto. La iconografía del peronismo revelaba claramente también en este sentido las características de una verdadera religión política.