EL SINDICALISMO ACTUAL: SUS PROBLEMAS
n la nota anterior hemos analizado los caracteres esenciales del sindicato y sus funciones más importantes, principalmente en el orden económico, pues es en este plano donde la organización ha jugado y juega su principal misión. Cuando se observa la realidad actual del sindicalismo, en nuestros países, suele comprobarse que media una gran distancia entre lo que deberían ser y hacer estas instituciones, por una parte, y lo que efectivamente son y hacen, por la otra. En efecto, el sindicalismo moderno da pié a múltiples abusos de todo orden, que desvirtúan la función importantísima que están llamados a desempeñar. La doctrina social católica ha sabido detectar a tiempo tales excesos o anomalías, señalando al mismo tiempo las soluciones más adecuadas.
La politización
Dado el enorme desarrollo que en las últimas décadas han alcanzado las organizaciones sindicales en la mayor parte de las naciones, el mayor peligro de desvirtuación de su función específica radica en la tentación del poder político, mediante la instrumentación de los sindicatos.
Este riesgo fue denunciado por Pío XII, en su Alocución del 29-6-48; "Si alguna vez (los sindicatos) se dedicasen tan solo a procurar el dominio exclusivo en el Estado y en la sociedad, si quisieran ejercer un dominio absoluto sobre el obrero, si se apartase del estricto sentido de la justicia y de la sincera voluntad de colaborar con las demás clases sociales, entonces habría defraudado la expectación y las esperanzas que tiene puestas en ellos todo trabajador honesto y consciente ".
Si el sindicato tiene por misión esencial "afirmar que el hombre es el sujeto y no el objeto de las relaciones sociales, proteger al individuo contra la irresponsabilidad colectiva de propietarios anónimos y representar a la persona del trabajador ante el que tiende a considerarlo solamente como fuerza productiva a un determinado precio" (Pío XII, Alocución del 24-12-52), resulta absolutamente necesario mantener a la organización sindical dentro de su función profesional, evitando toda posibilidad de verla instrumentada al servicio de los partidos o de las ideologías netamente políticas. De no evitarse este peligro, se constatará la postergación de los objetivos propios de la institución, para favorecer un éxito político a corto plazo, con detrimento de los reales intereses de los asalariados.
En la actualidad, el sindicato constituye frecuentemente uno de los más importantes grupos de presión en la sociedad moderna. Esto es inevitable puesto que tanto el liberalismo como los socialismos han desconocido los derechos propios de los grupos intermedios y han aceptado la radical inorganicidad del cuerpo social. En consecuencia, el Estado moderno frente a una sociedad desarticulada se ve sometido a presiones o reivindicaciones sectoriales que surgen más o menos espontáneamente de los grupos sociales existentes.
Si bien en las actuales circunstancias resulta inevitable que los sindicatos mantengan ese rol de grupos de presión, es menester subrayar que ello es el síntoma de un grave desorden social actual que no tendrá solución de fondo sino cuando se constituyan las organizaciones profesionales e interprofesionales en la economía.