DARWINISMO SOCIAL: LA BIOLOGÍA APLICADA A LA POLÍTICA (3ra. parte)

1.2. LA ADAPTACIÓN DE LA LEY DE LA JUNGLA AL COMPORTAMIENTO HUMANO


Uno de los supuestos más importante de la teoría de la evolución es que fundamenta el desarrollo de las criaturas vivientes en la »lucha por la supervivencia«, lucha inmisericorde que según Darwin se presenta en la naturaleza como un conflicto eterno. El fuerte se puede desarrollar porque se impone siempre al débil. El título completo de su libro compendia ese punto de vista: »El Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural o la Preservación de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida«.

La fuente de inspiración de Darwin en la materia fue el libro del economista inglés Thomas Malthus, »Ensayo Sobre el Principio de la Población o Revista de sus Efectos Pasados o Presentes Sobre la Felicidad del Hombre« (1803). Este libro indica que a la humanidad le espera un futuro más bien tétrico. Malthus había calculado que, librada a sí misma, la población del mundo aumentaría a una velocidad enorme. La cifra se duplicaría cada 25 años. Pero las provisiones de alimentos no aumentarían en la misma proporción de ninguna manera. En este caso la humanidad enfrentaría el peligro permanente de la hambruna. Según Malthus, las fuerzas que mantendrían bajo control el crecimiento poblacional eran los desastres como las guerras, el hambre y las enfermedades. En resumen, para que cierta cantidad de gente viva, resultaba necesario que otras mueran. La existencia, entonces, significa »guerra permanente«.

Darwin declara que fue el libro de Malthus el que lo hizo pensar acerca de la lucha por la existencia:

»En octubre de 1838, es decir, quince meses después que había comenzado mi pesquisa, leí como pasatiempo lo escrito por Malthus sobre la población. Como estaba preparado para apreciar la lucha por la existencia que ocurre en todas partes, debido a mi continua y larga observación de los hábitos de los animales y de las plantas, inmediatamente me hizo dar cuenta que bajo esas circunstancias las variaciones favorables tenderían a ser preservadas y las desfavorables destruidas. El resultado de esto sería la formación de nuevas especies. Entonces, finalmente, disponía de una teoría por medio de la cual llevar adelante mis especulaciones«.

En el siglo XIX, realmente, las ideas de Malthus habían sido adoptadas por mucha gente. En particular, los intelectuales de la clase alta europea sostenían las ideas maltusianas. La importancia dada a las mismas en la Europa de entonces, está expresada en el artículo Antecedentes Científicos del Programa Nazi de »Purificación de la Raza«:

«A mediados del siglo XIX se reunieron los miembros de las clases gobernantes a lo largo de toda Europa para discutir el reciente descubrimiento del ‘problema poblacional’ y determinar las formas de implementación del mandato maltusiano de aumentar la tasa de mortalidad de los pobres. »En vez de recomendar a los pobres el hábito de la pulcritud, deberíamos animarlos a hacer lo contrario. Deberíamos hacer las calles más estrechas en nuestras ciudades, conseguir que se amontonen más personas en cada vivienda e inducir el retorno de las plagas. En el campo deberíamos construir las aldeas cerca de aguas estancadas y, en particular, animar a realizar asentamientos en todo tipo de zonas insalubres y con ciénagas«, etc.»

Como resultado de esa política cruel, el fuerte derrotaría al débil en la lucha por la supervivencia, lo cual pondría coto rápidamente al crecimiento poblacional. El programa de »aplastar al pobre« fue llevado a la práctica en Inglaterra en el siglo XIX. Se creó un sistema industrial donde se hacía trabajar en las minas de carbón a niños de 8 ó 9 años 16 horas por día. Allí murieron miles de ellos debido a las malas condiciones laborales. La supuesta »lucha por la supervivencia«, que la teoría de Malthus determinó como necesaria, condenó en Inglaterra a millones de pobres a sobrellevar una vida llena de sufrimientos.

Darwin, influenciado por Malthus, aplicó ese criterio a toda la naturaleza y, aceptando que dicha lucha existía realmente, propuso que debía ser ganada por los más fuertes y aptos. Esta reivindicación de Darwin incluía todo lo vegetal, animal y humano. También enfatizó que esa lucha por la supervivencia era una ley natural permanente e inmodificable. Y por medio de negar la creación, invitaba a la gente a abandonar sus creencias religiosas, con el propósito de que también abandonen todos los principios éticos que podían ser un obstáculo a esa cruel »lucha por la supervivencia«.

Es por esto que la teoría de Darwin encontró el apoyo del Establishment desde el mismo momento en que se presentó. Ese respaldo lo consiguió primero en Inglaterra y luego en el resto de Occidente. Los imperialistas, los capitalistas y otros materialistas no demoraron en hacer suya esta teoría, pues proveía una justificación »científica« al sistema político y social que ellos fundaron.

Poco tiempo más tarde la teoría de la evolución pasó a ser el único criterio en todos los campos de interés social, desde la sociología a la historia, desde la psicología a los asuntos políticos. En todos los campos las ideas básicas eran las consignas de »lucha por la supervivencia« y »supervivencia del más apto«: partidos políticos, naciones, administraciones, firmas comerciales e individuos empezaron a vivir bajo el influjo de esos lemas. Puesto que las ideologías gobernantes se habían identificado con el darwinismo, la propaganda darwinista empezó a ser llevada a cabo en todos los ambientes, desde el educacional al artístico, desde el político al histórico. Fue un intento por establecer vínculos entre todos los temas y el darwinismo, de modo que todo sea considerado a la luz del mismo. Como resultado de ello, incluso la gente que no conocía nada del darwinismo comenzó a vivir según el modelo de sociedad propuesto.
El propio Darwin recomendó que sus criterios evolucionistas se apliquen a la comprensión de la moral y de las ciencias sociales. En una carta a H. Thiel escrita en 1869, decía:

»Fácilmente comprenderá el gran interés que despierta en mí el ver que usted aplica a las cuestiones morales y sociales puntos de vista análogos a los que he usado respecto a la modificación de las especies. No se me había ocurrido que mis ideas podían aplicarse a temas tan ampliamente distintos e importantes«.

Al aceptarse que la lucha en la naturaleza estaba en la esencia del ser humano, todos los tipos de conflictos producidos por el racismo, el imperialismo, el fascismo y el comunismo, así como los esfuerzos de los poderosos materialmente por aplastar a los que parecían más débiles, pasaban a tener una explicación “científica”. A partir de ese momento era imposible censurar u obstruir a esos que llevaban a cabo bárbaras masacres, que trataban como animales a los seres humanos, que enfrentaban a unos pueblos contra otros, que despreciaban a mucha gente debido a su raza, que clausuraban pequeños negocios en nombre de la competitividad y que se negaban a extender una mano de ayuda al necesitado. Y esa imposibilidad de censurarlos surgía del hecho de que lo que hacían estaba de acuerdo con una »ley natural científica«.

Esta nueva »consideración científica« pasó a ser conocida como »Darwinismo social«. Uno de los principales científicos evolucionistas de nuestra época, el paleontólogo norteamericano Stephen Jay Gould, acepta esa verdad al decir que después de aparecer »El Origen de las Especies« en 1859, »principalmente, bajo la bandera de la ciencia, se argumentaría a favor de la esclavitud, el colonialismo, las diferencias raciales y la lucha de clases«.

Aquí hay algo a lo que se debe prestar una gran atención. Todos los períodos de la historia humana han visto guerras, atrocidades, brutalidades, racismo y conflictos. Pero también en todas las épocas existió una religión divina enseñando a los pueblos que proceder de esas maneras era incorrecto, llamándolos en consecuencia a la paz, la justicia y la tranquilidad. Dado que los seres humanos conocían una religión divina, al menos tenían un criterio que les permitía comprender que iban por un camino equivocado cuando se entregaban a la violencia. Pero a partir del siglo XIX Darwin señaló que la contienda por los beneficios materiales, así como la injusticia, tenían cierta justificación científica. Dijo que todo ello era parte de la naturaleza humana, que el ser humano acarreaba desde sus ancestros tendencias salvajes y agresivas y que también se aplicaba a la humanidad las leyes que hacían que sobrevivan los animales más fuertes y belicosos. Fue bajo la influencia de esas ideas que las guerras, los sufrimientos y las masacres empezaron a afectar de un modo distinto a gran parte del mundo. El darwinismo apoyó, alentó y respaldó las formas en que se concretaban todos esos actos que produjeron en el planeta dolor, derramamiento de sangre y opresión, señalándolos razonables y justificados. Como resultado de ese respaldo supuestamente científico, todas las ideologías peligrosas se desarrollaron y se hicieron cada vez más fuertes, estampando sobre el siglo XX la leyenda »época de sufrimiento«.

El profesor de historia Jacques Barzun evalúa en su libro »Darwin, Marx, Wagner« las causas culturales, científicas y sociológicas de la terrible quiebra moral del mundo moderno. Es llamativo lo que dice Barzun allí en cuanto a la influencia de las ideas darwinistas:

»Entre 1870 y 1914 en todos los países europeos hubo una facción militarista que demandaba armamento, una facción individualista que demandaba una competencia despiadada, una facción imperialista que demandaba manos libres sobre los pueblos retrasados, una facción socialista que demandaba la conquista del poder y una facción racista que demandaba la purga interna de lo ‘extraño’. Cuando el llamado a la gloria y a la voracidad fracasaba, e incluso antes, se invocaba a Spencer y a Darwin, lo que era, por decirlo así, la ciencia encarnada… El decurso de la vida era biológico, era sociológico, era darwiniano«.