La "santidad" política
Hay antecedentes de santidad en políticos como Thomas More en Inglaterra y Nicolás Flue, venerado como patrono de Suiza, y aún en jefes de estado como San Luis, en Francia, y Santa Isabel de Hungría. También la Iglesia Ortodoxa ha canonizado al emperador Constantino. En el Sacro Imperio Romano Germánico el emperador Federico I instó al antipapa Pascual III a que canonice a Carlomagno, como así lo hace ilegítimamente, recibiendo aún hoy un culto de dulía en Tréveris, sin oposición eclesiástica. Los políticos Gabriel García Moreno, Robert Schuman, Alcides de Gasperi y Giorgio La Pira tienen iniciados procesos de beatificación, y se ha venido hablando insistentemente en los últimos años de una futura causa de canonización para el rey Balduino, de Bélgica.
Sin embargo, conviene diferenciar muy bien estos casos de las canonizaciones populares. En la verdadera santidad cristiana existe una autenticidad sobrenatural que suele estar ausente en la sacralización que el pueblo realiza de un personaje más o menos conocido por sus virtudes taumatúrgicas.
La santidad implica la práctica de las virtudes en grado heroico y consiste, ante todo, en la perfección de la caridad, un elemento del que carecen las canonizaciones populares o que al menos reviste en ellas una peculiar interpretación.
Parece evidente que los santos cristianos difieren bastante de estas expresiones de la cultura popular, a menudos contaminadas de elementos doctrinalmente dudosos e incluso de origen pagano.
El deseo de creación colectiva de santos populares se encuentra muy extendido en algunos países católicos latinoamericanos. Se trata de personajes a quienes, ya en vida, se les ha atribuido poseer dones sobrenaturales o paranormales, o individuos con fama de una vida santa ya durante su existencia terrena. Ocasionalmente puede tratarse también de criaturas "inocentes" fallecidas como ya hemos visto de una manera trágica (el caso de Gardel, del "Che" Guevara, otro argentino "mítico", del antes mencionado Elvis Presley y también de Evita). Algunos sacerdotes católicos como Cicero Romao Batista, o Donizzetti, son también ejemplo de ello. La Iglesia Católica Apostólica Brasileña, a la que más adelante habrá ocasión de referirse, un culto disidente de la Iglesia Católica Apostólica Romana desde la primera mitad del siglo, ha hecho oficial la coronación religiosa de personajes de la vida social brasileña.
Un caso particular lo constituye, tratándose de personajes de relieve en el ámbito público y de jefes de estado, el recientemente protagonizado por el presidente Tancredo Neves, también en Brasil. En ocasión de la grave enfermedad que terminó con suvida, se desató en todo el país el impulso de una profunda religiosidad popular de tipo sincretista, como tambén había sucedido durante las postrimerías de Evita. Algunas personas pidieron que fuera declarado santo por la Iglesia Católica. En la actualidad se ha vinculado igualmente con el ocultismo la personalidad del ecuatoriano Joaquín Balaguer, a quien se le atribuye la carrera política más dilatada del mundo occidental.
También se ha querido ver en la figura de Evita - como vimos - la sacralización de las funciones de madre y de Virgen:
De haber sido canonizada por el Vaticano, lo cual frustró acaso por cuestiones de procedimiento, el pueblo habría adorado en ella a la madre y a la Virgen juntamente, pues desde hace muchos siglos no ha reflexionado sobre el sentido de ambas palabras.
En un sentido invertido se ha observado cómo la Virgen puede ser usada con un significado "político". La voluntas por parte del gobierno que sucedió al régimen, de desacreditar al personaje, no haría mella en sus seguidores, por cuanto el mito, una vez instalado en la cultura, resulta prácticamente inconmovible. Al contrario, la exposición de sus presuntos descréditos se revirtió en una procesión:
Si contemplaron atónitos cuantas riquezas había ella almacenado, la verdad es que desfilaban con imágenes de Evita por las calles como un proceso de beatificación nacional y a nivel popular.
Los años, que a todo le ponen remedio, han traído un sentido de moderación a ese mito idolátrico en sus expresiones más exacerbadas, quizás adquiriendo su consolidación definitiva:
El delirio se atenuó en una segunda etapa. El mito de Eva volvió a un cauce de sentido común, abandonó las calles, el entusiasmo de las multitudes y se recogió en las plegarias de sus devotos. Se volvió un fervor respetable en el seno del pluralismo democrático donde mitos e ídolos diversos y hasta opuestos conviven sin exterminarse. Está bien que sea así.
No cabe pensar, si embargo, que el mito de la santidad de Evita se haya extinguido. Con motivo del reflorecimiento del justicialismo en los primeros años de la década del setenta, se renovaron antiguas expresiones en tal sentido, en las que Evita es representada -incluso por un sacerdote católico- como una enviada del señor.
La oración leída por el Padre Drew hablada de aquella "humilde predicadora de la doctrina de Cristo, laboriosa mujer de pueblo que obró como enviada del Señor.
Una oración a evita la llama, aún en los años setenta, madre nuestra, como a la Virgen María, y coloca al orante bajo su protección. Por los mismos años, un artículo presenta a Evita como pitonisa y samaritana, en el típico alambicado y a veces hasta cursi lenguaje justicialista:
Ese misticismo, latente, alerta, durante el lapso en que fuerzas contrarias detentaron el poder y el gobierno, en su faz política, nunca en el universo sentimental del pueblo donde reinaba incólume, soberano, el ideario del General Perón, y llameaba en suspiros el mensaje dejado por la Pitonisa de la Revolución y Samaritana de América, Eva Perón, impulsó la nave justicialista que habría de arribar entre los alborozos de la liberación, en marzo del corriente año, cuando la clarinada del triunfo hinchó el vientre de las urnas, como un goce nupcial entre el Pueblo y la Libertad.
Muchos años después de su muerte aún sigue siendo considerada, incluso en pueblos muy distantes del argentino, por ejemplo en Portugal, como una verdadera santa:
Argentina, la tierra de Perón y Evita. Aquí queremos mucho a Evita. En casa dicen que fue una santa...
Hernán Benítez, en un escrito recientemente conocido, presenta a Evita como una teóloga de la liberación, pero también, como lo fue, una "santa del pueblo" -en su visión, verdadera y auténtica santidad real- por oposición a una santidad canónica formal como propia de una presuntamente inauténtica Iglesia "oficial". La perseverancia del culto a Evita permanece por sobre el paso del tiempo.
La gente tiene -junto con la Virgen de Luján, Gardel y Maradona- una foto de Eva Perón y siempre le encienden una velita.
Así parece certificarlo también una expresión surgida al calor del nuevo interés suscitado a comienzos del año 1996 por su figura con motivo de la filmación de la ópera-rock "Evita" protagonizada por la cantante Madonna. La diputada riojan Marta Rivadera acusó en esa instancia a los productores de la perlícula de
"Enriquecerse a costa de Una Santa..."
La caracterización realizada por la diputada justicialista ratifica la adjudicación tradicional en el peronismo de una santidad vinculada a la heroicidad de vida sacrificada en holocausto por los desheredados:
Nuestra Santa Evita siempre trabajó por los pobres, todo en su vida fue dar y trabajar por los que menos tienen.
En efecto, si bien conviene matizar el fenómeno de la canonización popular, que siguió a la muerte del personaje, en cuanto al hecho en sí mismo admite diversas lecturas e interpretaciones, no puede desconocerse, sin embargo, que la figura de Evita reviste peculiaridades que han excedido la veneración de su recuerdo y la aproximan al de un verdadero culto de religiosidad popular.
Después de casi medio siglo, y ya acalladas las turbulencias desatadas por su impetuosa personalidad, quizás estemos ahora en condiciones de poder rescatar en la figura de Evita, más allá de la crispación de su talante intemperante y violento, sus tonos más genuinamente positivos: su sensibilidad por la justicia, su preocupación sin tasa por los humildes, su afán de encontrar en la simiente evangélica las primicias de una sociedad más fraternal y humana.
FIN DE LA SERIE: "LOS ELEMENTOS RELIGIOSOS DEL PERONISMO"
PRÓXIMA SERIE: "EL PERONISMO COMO NEOCRISTIANISMO"