Lo encontró a apenas unos días de ingresar al seminario, a los 84 años
Evocación del Coronel D Juan Francisco Guevara
Por María Lilia Genta (HIJA DE JORDAN BRUNO GENTA)
Por María Lilia Genta (HIJA DE JORDAN BRUNO GENTA)
Si hubo una vez en la historia de nuestra Argentina en que Dios y Patria estuvieron entrañablemente unidos, fue en aquella Córdoba heroica del 16 de septiembre de 1955.
El Capitán de Artillería D Juan Francisco Guevara estuvo allí como Ayudante del General Lonardi. En los meses previos -de terrible persecución religiosa- los jóvenes católicos salíamos a la calle entonando el Cristo Jesús, y enarbolando el signo de la V y la Cruz, Cristo vence.
La voz de la esperanza amanecida
A los catorce años, de la mano de mi padre, hice mis “primeras armas” en las luchas callejeras. Mi “arma” era aquella Cruz del Cristo Vence. La prohibida Procesión de Corpus Christi, las manifestaciones que surgían, espontáneas, después de las misas en las iglesias del centro de Buenos Aires, ese era el clima que se vivía. Nos habían vuelto a sacar a Dios de las escuelas y de la vida pública. Los católicos salimos a las calles. En ocasiones sin distinción de peronistas y antiperonistas pues con nosotros marchaban, incluso, no pocos que habían pertenecido al partido peronista pero que, cuando Perón se opuso a Cristo, privilegiaron la Cruz sobre el partido.
Una noche ardieron las iglesias, como se esperaba. Mi padre ya estaba preso y nuestros amigos iban y venían entre Buenos Aires y Córdoba porque hacia Córdoba se dirigía nuestra esperanza.
Allí estaba el General Lonardi con un pequeño grupo. Guevara, como dije, era su Ayudante. Estaban dispuestos a todo. El Gobierno envió unos cuatro mil hombres pero no tuvo en cuenta que en aquella época todavía los militares argentinos eran católicos. El gran fuego de las iglesias quemadas iluminaba la Argentina y ningún militar argentino quiso combatir en nombre de ese fuego. Los cuatro mil se rindieron ante ese puñado de hombres convencidos. El General Lonardi hizo desfilar a sus hombres para rendirle honores a los vencidos. Después acuñó el lema “ni vencedores ni vencidos” porque si algo animaba a los que se levantaron en Córdoba era la justicia y la concordia nacional.
Ciertos “pactos preexistentes” con algunos sectores políticos y militares aguardaban, sin embargo, en Buenos Aires al Jefe vencedor y, con tales pactos, la imposición de algunos nombres para integrar el Gobierno Provisional que nada o muy poco tenían que ver con el espíritu católico del pronunciamiento. El 13 de noviembre de 1955 un golpe palaciego quitó la Cruz de Cristo de la V de la victoria y a Lonardi del gobierno. El “sin vencedores ni vencidos” (que Franco plasmó en España en el Valle de los Caídos) fue reemplazado por la persecución, la venganza y el odio irracional simbolizados en los fusilamientos de junio de 1956. Aquella gesta católica y patriótica se malogró.
Pero si hubo un hombre que continuó en la lucha “por la patria redimida”, ese fue, precisamente, Juan Francisco Guevara. Construir la Ciudad Católica fue “su ruta iluminada”. Tuvo una vida católica y argentina que culminó en esa fiesta que fue su entierro de soldado católico y argentino. Por esa vida -que se resume en el “¡Dios y Patria!” que le dedicó un camarada cuadrándose ante su tumba- “perdurará su nombre entre los héroes de la Patria amada” y estará de guardia, “allá en la gloria peregrina” esperando e intercediendo ante el Padre para que seamos capaces de sostener, una vez más, la Cruz del Cristo Vence.
En su sepelio resonaron las estrofas de esa marcha que después otros nos arrebataron pero que nació cantada y grabada en los sótanos de una iglesia.
A pesar de la noche que se cierne sobre la Patria conservo intacta la “luz de la esperanza amanecida”. Creo firmemente que todavía hay en nuestra Fuerzas Armadas soldados para quienes el Coronel Juan Francisco Guevara es paradigma del soldado argentino.
(Nota del 25-8-2009)