LA SINARQUÍA
El examen de la personalidad de Perón y de su vida también lleva a concluir su ambigüedad ética (como no fuera una moral personal sui generis) y hasta parece dificultoso reconocerle una fe católica verdaderamente auténtica. Se le ha atribuido fundadamente una manipulación de lo religioso para sus propias convicciones políticas, incluso para sus puros intereses personales. Se ha caracterizado también a Perón en el marco de lo que años más tarde la Teología Pastoral identificaría como "religiosidad popular" y a la que hemos hecho referencia al tratar la canonización de Evita. Este tipo de religiosidad se funda muchas veces en una devoción mariana en ocasiones muy viva, pero desprovista de una actitud de coherencia entre la fe y la vida.
Existe una copiosa literatura -a veces poco científica- acerca de las preferencias esotéricas de Adolf Hitler y el nacional-socialismo. Se ha hablado del mismo modo de las inclinaciones espiritistas de Juan Perón, en virtud de las cuales mantuvo relaciones con el médium inglés Courtney Luck y con el brasileño Menotti Carnicelli. Estas inclinaciones se afianzarían con su declinar intelectual. Se ha señalado a su tercer esposa -cuyo nombre familiar, "Isabelita", sería adoptado por sus seguidores- , como ex basilia, e incluso se ha llegado a trazar una identificación entre la Escuela Científica Basilio y el peronismo, siendo ambas afirmaciones inexactas. En todo caso, su afición por el ocultismo -sobre este punto se ampliará más adelante- parece evidente y explica el ascendiente de López Rega sobre su persona. Una opinión muy común, incluso en el mismo peronismo, considera que Isabelita es una mujer con limitadas dotes para la vida pública, y las primeras referencias que la prensa hizo de ella se centraron en sus virtudes domésticas.
"Estas primeras descripciones no mencionan su continuado interés por el ocultismo, que le habían llevado al estudio del budismo zen. La reacción de Perón frente a estos intereses era complacientemente divertida".
Su secretario personal en los años posteriores a su caída, José López Rega -de importantísima influencia, como decimos, en la tercera esposa del líder-, y del que más adelante habrá oportunidad de hablar, fue también profesante del ocultismo, concretamente de alguna forma del culto umbanda, aunque representantes de esa religiosidad afrobrasileña lo hayan negado.
"Cunado le devolvimos el cadáver de su mujer, Perón, aconsejado por López Rega, se encargó de ubicarlo dentro de la casa, en una posición muy especial, de tipo mágica, muy cercana a los ritos esotéricos con los cuales siempre había tenido algo que ver y que después fueron febrilmente alimentados por su secretario privado".
De todos modos, e independientemente de cualquier ascendiente ocultista, lo que se desprende de los textos y de los hechos es que, sin negar formalmente su condición de católico, Perón traza una separación entre catolicismo y cristianismo. Naturalmente, entre un cristianismo "auténtico" y un catolicismo "aburguesado" que ha desvirtuado las enseñanzas de su fundador, no hay demasiado margen de duda para la elección. En concreto, para Perón la religión misma se hallaba -al menos en los años cincuenta- bajo el dominio y al servicio de la clase oligárquica, planteo difundido años más tarde por la Teología de la Liberación.
Perón entiende -siguiendo una visión muy de época, previa al Concilio Vaticano II- a la Iglesia Católica con una perspectiva "institucional" y "clerical", o sea como estructura jerárquica más que como el conjunto de fieles cristianos. Veía a todos los cuerpos de la sociedad, incluso a la Iglesia, como una fuente de poder, y concebía a las fuerzas sociales -también a las creencias religiosas- como un instrumento político. Pero en un segundo momento, distingue dialécticamente como opuestos a la Iglesia en tanto reunión de los cristianos, por una parte, y al Vaticano o a la Santa Sede por la otra, y en esta última separa a su vez el pontificado por un lado y la estructura jerárquica gobernante por el otro. Por lo demás, su imagen del episcopado era verdaderamente muy negativa. Dicha clave interpretativa ayuda a comprender su concepción sobre este asunto: Perón consideraba a la Iglesia, más precisamente al Vaticano -en coherencia con esa visión política de la realidad eclesial- como integrante de la "sinarquía".
"Es decir que nosotros frente al poder imperialista y frente a la gran sinarquía internacional manejada desde las Naciones Unidas, donde están el comunismo, el capitalismo, el judaísmo, la Iglesia Católica -que también cuando le pagan entra- la masonería, todas esas fuerzas que tienen después miles de colaterales en todo el mundo son las que empiezan a actuar".
En otras oportunidades reemplaza a la "Iglesia Católica" por "el clero tradicional":
"Nos aplastó la sinarquía internacional, de la que forman parte el capitalismo, el sionismo, el comunismo, la masonería y el clero tradicional, apoyados por los cipayos".
La "sinarquía" es un concepto utilizado en ambientes integristas para denominar un poder oculto que ejercería un dominio del mundo independientemente de las ideologías y que estaría conformado por un conglomerado de fuerzas heterogéneas aunque unidas en la pretensión de una denominación a escala mundial. En un artículo publicado a los pocos días de estallada la crisis, uno de los más importantes dirigentes católicos de la época en el nivel internacional precisaba que, en cuanto referente de un "poder oculto", el concepto permite vislumbrar resonancias ocultistas y reconoce en él una interferencia del ocultismo en la política. Se trata nada más que de una nueva expresión de la mítica y ya antigua Teoría conspirativa de la historia al estilo de los Protocolos de los Sabios de Sión, una conspiración imaginaria que sería utilizada generosamente por el teólogo Julio Meinviellie en varios de sus trabajos, y para quien, curiosamente, el mismo Perón sería integrante del poder sinárquico. Meinviellie consideraba, como Perón, también en coincidencia en este punto con el pensamiento de Badanelli, que
"el Vaticano está entregado a la sinarquía"
El concepto de "sinarquía" admite una cómoda utilización para justificar cualquier fracaso fundado en la propia ineptitud ante un enemigo que se supone todopoderoso y contra quien resulta imposible enfrentarse debido a una desproporción en las fuerzas. Se trata de un mecanismo psicológico de justificación de uso frecuente entre las personas, también entre los políticos. Las referencias de Perón a la "sinarquía internacional" muestran que profesaba la creencia de que existía una conspiración entre capitalistas, comunistas, masones, sionistas y también la Iglesia Católica destinada a imponer un orden mundial sobre todas las naciones, que en definitiva habría provocado su caída. En otra expresión que recuerda a la teoría sinárquica, según una autorizada opinión peronista, el derrocamiento se habría debido a una
"Alianza de la Espada, el Altar y el Colonialismo"
Es el mismo concepto que aparece en el pensamiento del líder y con el que caracteriza a sus enemigos, considerándose él mismo como una víctima de tal supuestamente poderosísima coalición que lo habría desalojado del poder, durante una entrevista mantenida el 12 de diciembre de 1972 con un grupo de sesenta clérigos enrolados en el progresismo liberacionista y pertenecientes al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo:
"Pero la sinarquía internacional manejada desde las Naciones Unidas que hemos visto funcionar acá, y donde están el comunismo y el capitalismo unidos (actuó) contra este país que se había liberado. Estaba contra el sionismo que también actuó"
Finalmente el lopezrreguismo consolidaría la teoría también en los ambientes ultraderechistas del peronismo durante los mismos años setenta, a través de la prédica del "brujo" que recogía la tradición de los ideólogos nacionalistas.