2. ¿QUÉ ES LA ELECTROSENSIBILIDAD?
Desde los años cuarenta del siglo pasado se conoce en el ámbito médico la influencia en la salud de determinadas radiaciones no-ionizantes, pero es en las últimas décadas, especialmente desde el despliegue de la gigantesca red de antenas de telefonía móvil, que esta enfermedad silenciada ha llegado a cotas pandémicas.
Desde la aparición de los primeros ordenadores, muchos usuarios sufrieron síntomas anómalos durante su uso y posteriormente. En principio se calificó como un suceso psicológico. Pero pronto se descartó esta hipótesis y se comprobó que un porcentaje de los usuarios padecían una especial reacción nociva que tenía unos mismos síntomas aunque fuesen diversos y se les manifestasen unos u otros individualmente.
Inicialmente se comprobaron una serie de sensaciones relacionadas con calor, irritación y sarpullido en el rostro, así como cosquilleo, picores o pinchazos en la piel, sequedad e irritación ocular y las vías respiratorias, dificultad para concentrarse, vértigo, pérdida de memoria y de la orientación, dolores de cabeza, náuseas, fatiga, dolores musculares y articulares, alteraciones cardiacas, síntomas de gripe, sin padecer gripe, etc.
A los afectados por las líneas eléctricas y los transformadores, se fueron uniendo los usuarios de electrodomésticos y nuevas tecnologías, hasta que llegó la gota que colmó el vaso y desencadenó el estallido generalizado de la enfermedad silenciada en el ámbito mundial: la telefonía móvil, y a continuación todas las tecnologías inalámbricas: teléfonos inalámbricos, wifi, etc.
Aunque esta enfermedad aún no ha sido reconocida en los ámbitos sanitarios, en el campo de la investigación es bien conocida, incluso la Organización Mundial de la Salud, a pesar de su laxitud y evidente proximidad con las compañías eléctricas y las de la telefonía móvil, desde el año 2005 reconoce la electrosensibilidad como una enfermedad.
Desdeñar la desesperada situación de las personas especialmente electrosensibles, es ocultar que toda la población también lo será antes o después. Las primeras personas que manifestaron los síntomas de la electrosensibilidad fueron un aviso del peligro que se avecinaba y que no supo ni se quiso advertir. Ahora ese pequeño porcentaje inicial ha ido aumentando de forma dramática y esta enfermedad silenciada ya no puede ocultarse por más tiempo. De seguir así esta situación nos llevará a una sociedad enferma e incapacitada para llevar una vida normal en donde los sistemas sanitarios serán incapaces de dar respuesta a la pandemia, y las bajas laborales colapsarán el sistema. Nos dirigimos hacia una sociedad enferma, en mayor medida de lo que ya lo es hoy en día.
Los efectos y el umbral de sensibilidad electromagnética son diferentes entre unas y otras personas, de la misma forma en que una epidemia no afecta a toda una población por igual, en la que no todos los habitantes enfermaran y los que enfermen no Io harán en igual medida, ya que dependerá del grado de exposición y de la capacidad de respuesta de su sistema inmunitario.
No es nada serio, ni ético, ni científico obviar la realidad. No hay una componente psicológica o psicosomática en los que padecen el síndrome de electrosensibilidad, salvo los efectos de la radiación sobre su organismo y la sensación de aislamiento y abandono que sienten ante la negativa política y médica de su enfermedad.
Hay enfermedades, como es este caso, que no entran dentro del ámbito de lo psicosomático, es más, si se derivan hacia esa área se vuelven mucho más difíciles de tratar mientras no se reconozca la causa real: las radiaciones.
Cada vez más personas dejan de ser remitidas al área psiquiátrica y son diagnosticadas por su verdadera enfermedad: la electrosensibilidad.
Se trata de una enfermedad probada y evidente provocada por la exposición a radiaciones, que disminuye o desaparece cuando la persona deja de recibir la radiación.
La electrosensibilidad es pues una enfermedad orgánica provocada por un agente externo: la radiación. Es una enfermedad en sí misma y es consecuencia de la exposición a los campos electromagnéticos generados por distintos aparatos, dispositivos y tecnologías.
Bajas frecuencias:
Líneas de baja, media y alta tensión, subestaciones y transformadores eléctricos, etc.
Maquinillas de afeitar, batidoras, secadores de pelo, placas y hornos eléctricos, ordenadores, aspiradoras, etc.
Altas frecuencias:
Antenas de telefonía, wifi, wimax, bluetooth, GSM, DCS, UMTS, WLAN, DECT, etc.
Teléfonos móviles e inalámbricos, hornos microondas, aparatos vigila bebés, etc.
Los síntomas surgen ante la exposición a las radiaciones que generan estas tecnologías, y se reducen o desaparecen al cesar dicha exposición. Sin embargo, los efectos sobre el organismo son acumulativos por lo que con el tiempo se pueden dar trastornos y enfermedades independientemente de si se han producido síntomas inmediatos a la exposición.
Los trastornos ocasionados por la electrosensibilidad van agudizándose conforme la exposición a campos electromagnéticos aumenta: a más tiempo y más dosis, mayor efecto.
Podemos encontrar distintos grados de sensibilidad electromagnética individual. Algunas personas sólo presentan un síntoma; otras, por el contrario, muestran una amplia gama de trastornos; mientras que en algunas los síntomas son leves, en otras son graves.
Hace años, el doctor Robert Becker de Nueva York, nominado dos veces para el premio Nobel de Medicina, asoció los síntomas de la electrosensibilidad con el sistema inmunológico y el sistema nervioso central, y según el neurocientífico e investigador del Instituto Karolinska Olle Johansson: "Los síntomas ligados al sistema nervioso son, por ejemplo, los vértigos, la fatiga y los dolores de cabeza", y que además "La exposición a los campos electromagnéticos se ha relacionado con ciertas formas de cáncer, como las leucemias y los tumores cerebrales, con enfermedades neurológicas como la enfermedad de Alzheimer, con el asma y la alergia y más recientemente con el fenómeno de la electrosensibilidad".
Johansson considera que la radiación generada por la telefonía móvil podría ser la causa del aumento de distintas enfermedades, como el asma y la alergia, tal como ha publicado en la revista científica Pathophysiology. En España, los ingresos hospitalarios por reacciones alérgicas graves en niños se han multiplicado por siete en los últimos diez años. Asimismo, Johansson advierte que algunas personas padecen síntomas claros y otras no, unos leves y otros severos. A este respecto, el doctor Johansson asegura que "Podría ser un gran error someter a toda la población mundial a una irradiación de todo el cuerpo, las 24 horas al día". Tal como sucede hoy en día.
Pero no hay que olvidar que estas graves enfermedades no son las únicas consecuencias de la exposición a campos electromagnéticos, tanto de alta como de baja frecuencia e intensidad, sino que hay vinculados otros muchos trastornos.