Cristo está en una relación singular con la humanidad, como único obrero voluntario del mundo. El trabajo le fue impuesto al hombre a causa del pecado original. Como Él estaba sin pecado, fue liberado de sus penalidades. Además, el Señor del Universo no tenía necesidad de afanarse con Su universo. Y, sin embargo, optó libremente, como Hijo de Dios encarnado, por ingresar a las filas de los trabajadores. Por ser voluntario, era único. No era simplemente un obrero en el sentido de que se oponía a un capitalista que vive virtuosamente. Ése es el error en que muchos suelen incurrir. No era simplemente un hombre pobre: era una Persona rica que se convirtió en un hombre pobre; porque siendo rico se empobreció por nosotros, a fin de que mediante Su pobreza pudiéramos ser ricos. El propio oficio que eligió, el de carpintero, fue una prueba de que poseía aquello con que trabajaba. No era un empleado que trabajaba para una sociedad; no era un patrón que usaba el capital para contratar a otros, a fin de que el capital fuera rendidor. Trabajaba en el universo que poseía como un artista en la tela que posee. De ahí que ni el patrón ni el empleado solos puedan invocarlo como protector: ninguno de los dos puede decir "Perteneció a nuestra clase". Estaba fuera de todas las clases porque era el obrero, y el obrero no es el empleado que odia al capitalista; ni tampoco el capitalista que esclaviza al empleador. El obrero es aquel que con su trabajo crea vínculos con Dios, sometiéndose a la penitencia del trabajo; y con su vecino, mediante la creación de necesidades comunes; y con la naturaleza, dándole el sello de un espíritu hecho a la imagen y semejanza de Dios. Fue el olvido de esos fines lo que indujo a los carpinteros a clavar al Carpintero en la cruz; cuando eso sucede, salen perdiendo tanto el capital como el trabajo.