Hijos de Cristo y del Che (5° parte): "Utilizar a la Iglesia para hacer política"




El cura Gaido promovió en su parroquia la apertura del catolicismo y el diálogo con el marxismo: 

"Traje a varias personalidades para que hablaran, como Conrado Eggers Lan y Juan Carlos Portantiero, que dieron sus charlas en el auditorio de Radio Nacional". 

En eso estaban cuando el 28 de junio de 1966 el general Onganía desplazó al presidente radical Arturo Illia con el aval de los sindicatos y el peronismo, que seguía proscripto, y nombró como ministro del interior al abogado y académico cordobés Enrique Martínez Paz, que era también feligrés de Cristo Obrero. Pero sobre todo se trataba de un conspicuo miembro del patriciado cordobés, que devolvería el poder político local al núcleo conservador; por ejemplo, incidió en el nombramiento como gobernador de Miguel Ángel Ferrer Deheza, un abogado del City Bank y del Banco de Londres, cuya prima, Elisa Martínez Deheza, era la esposa del ministro. A su vez, el flamante gobernador designó ministro de Gobierno a su sobrino, Guillermo Becerra Ferrer, y ministro de Educación y Cultura a Mario Fernando Martínez Paz, hermano del poderosos ministro del Interior. El abogado constitucionalista Pedro Frías hijo, casado con una sobrina de Enrique Martínez Paz, se convirtió en el embajador argentino ante la Santa Sede, y Rogelio Nores Martínez interventor federal de la provincia en la presidencia de José María Guido, pasó a ejercer el rectorado de la Universidad pública; este nombramiento pareció una venganza de la Córdoba aristocrática contra la Córdoba rebelde, ya que su papá, Antonio Nores, había sido el rector durante la Reforma Universitaria de 1918.

Había tantos parientes entre los funcionarios de la llamada Revolución Argentina que el indomable humor cordobés creó una nueva fórmula para el juramento en esos cargos:

-¿Juráis por Dios, por la Patria y estos Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional y los fines establecidos por el Estatuto de la Revolución?

-Sí, tío.

Para el historiador César Tcach, "el gobierno de las viejas familias políticas no era sino la punta del iceberg de un bloque social dominante compuesto por el conjunto de actores -empresas y bancos extranjeros, burgueses industriales locales y viejos sectores patricios hibridados con ellos, Iglesia Católica y Sociedad Rural- articulado en torno al apoyo al gobierno militar y en su rechazo a tres "males" centrales que constituían su exterior, su ajenidad: el populismo (tanto en su versión peronista como radical), el marxismo (no sólo en sus variantes violentas sino también en sus versiones más pacíficas, como el Partido Comunista y los socialistas) y el pluripartidismo".

La fuente de poder del patriciado cordobés siempre fué su vinculación con el Estado. En el desarrollo capitalista impulsado a partir de la segunda mitad de los cincuenta por la industria automotriz, en especial por Fiat e IKA -luego comprada por Renault-, la aristocracia, en la que predominaban los abogados, se recicló en directores, gerentes y asesores de las empresas y los bancos extranjeros, según señala Tcatch.

Los colaboradores de Onganía provenían de los sectores más conservadores y nacionalistas del catolicismo, formados en los Cursillos de Cristiandad; uno de los primeros blancos de la dictadura fue la universidad pública en el marco de una cruzada contra la izquierda marxista y su influencia en el ámbito de la cultura. El decreto-ley 16.192 suprimió la autonomía universitaria, eliminó el gobierno tripartito (profesores, alumnos y graduados) y disolvió los centros de estudiantes. Los universitarios cordobeses, herederos directos de la reforma del 18, no podían dejar de reaccionar contra esa afrenta: una serie de asambleas, actos y protestas fue reprimida ferozmente por el gobernador Ferrer Deheza.

Cristo Obrero fue uno de los centros de las protestas, ya que los estudiantes católicos del Integralismo pidieron esa iglesia a los curas Gaido y Dellaferrera para una huelga de hambre. "Le avisamos a Primatesta -sostiene Gaido- y él nos dijo que sí, con algunas precauciones: nos preguntó que si iban a tocar la guitarra, si habría chicos y chicas, pero nos dio la autorización. Claro que todo terminó en un despelote y en el asesinato de Santiago Pampillón. Toda la masa universitaria iba a la parroquia, donde había cincuenta, sesenta huelguista; llenaban los patios interiores de la parroquia y de allí comenzaban las manifestaciones; la policía reprimía y se producía el desbande. Ese mecanismo duró más de veinte días, hasta que Primatesta dijo que no sabía nada de la huelga  de hambre, cerró la iglesia y a nosotros nos mandó a una parroquia periférica".