Los cambios en la naturaleza y en el alcance de los dos procesos básicos que tienen lugar en el sistema internacional, la cooperación y el conflicto, han sido determinantes para la evolución de la funcionalidad, autonomía, objetivos y recursos de los actores de las relaciones internacionales, incluidos los ANEV (Actores No Estatales Violentos). Las actividades de los grupos terroristas y grupos de criminales organizados, hasta la década de los ochenta, tenían unos efectos transfronterizos limitados, pero han podido intensificarse gracias a la liberalización del comercio, el libre movimiento de capitales, los avances tecnológicos en materia de comunicación y transmisión de la información, los desplazamientos masivos de poblaciones y el incremento de las desigualdades, como también ha ocurrido con las actividades de otros actores, legales, ya sean públicos o privados.
Un ejemplo de ello es el incremento de la actividad criminal en Europa del este desde el final de la Guerra Fría. Gracias a la desregulación de los mercados y los procesos de privatización que han experimentado los Estados de esa región, las redes de criminales han adquirido nuevas oportunidades para expandirse y comercializar con sus «productos» en un mayor número de regiones del planeta. Para Sansó-Rubert, la globalización en su vertiente económica, junto con el vacío represivo de algunos contextos estatales representa una variable trascendental para explicar la proliferación de las organizaciones de criminales.